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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     May 2, 2024 - 11:11 am

Pasó el Primero de Mayo, tradicional jornada en la que la clase trabajadora en todo el mundo marcha por sus reivindicaciones, pero este año en Colombia tuvo un ingrediente adicional: fue aprovechada por el presidente Gustavo Petro —pese a la resistencia de algunos sectores obreros— para hacer una demostración en respuesta a las masivas marchas de protesta contra él y su Gobierno que se presentaron once días atrás.

(Le interesa: ¿Qué es ‘pueblo’ para Gustavo Petro? La calle (que tanto le gusta) le dio pétrea respuesta)

El país siente que avanza entonces en una suerte de contrapunteo callejero en el que el mandatario, cuando cree que es su turno, emplea el aparato estatal para llevar a cabo sus movilizaciones, o, como en el Día del Trabajo, saca réditos de una fecha concebida con otros propósitos. ¿Terminará esto? ¿Seguirá escalando? A la luz de los preceptos del filósofo italiano Antonio Negri, fuente de inspiración del jefe de Estado, la agitación en las calles apenas comienza.

Para muchos de los seguidores del presiente Petro, su inclinación a exacerbar a la población deriva de su juventud, cuando no encontraba otros mecanismos de expresión. Es el caso de la representante del Pacto Histórico por Bogotá María del Mar Pizarro García, politóloga, activista ambiental, y medio hermana de la senadora María José Pizarro, que en una entrevista para El Tiempo aseguró que “las calles, la plaza pública, ha sido el medio de comunicación por excelencia de Gustavo Petro”.

“Esto tiene mucho que ver con una lucha generacional”, explicó en el medio capitalino. “[Para] Los estudiantes en los 70, en los 80, la forma de expresión popular siempre ha sido la calle. ¿Y por qué? Porque es que la izquierda no ha tenido acceso históricamente a medios de comunicación tradicionales. Entonces creo que la calle siempre ha sido para la izquierda latinoamericana el escenario democrático de expresión popular”.

Si esa apreciación es genuina, rayaría en la ingenuidad, por decir lo menos. Sostener que el presidente Petro busca las calles por la razón ochentera de que la izquierda no tiene acceso a los medios de comunicación es reducir al presidente únicamente a una expresión por la cual sus detractores buscan atacarlo: se quedó en el mundo revolucionario de hace cuatro décadas. Eso, en parte, es cierto porque el mandatario sí se nutre de fuentes anquilosadas y que obedecen a sectarismos.

La fuente de inspiración de Gustavo Petro para su “proceso constituyente”

Quizá por eso es por lo que muchos miran con preocupación sus convocatorias a marchar, pues no son simples respuestas a la oposición ni una manera de hacerse escuchar. Se trata de pasos calculados para alcanzar su proyecto político, y que están sustentados en los planteamientos de Negri, autor, entre otros, de libros como ‘Imperio’ (2000, junto con Michael Hardt) y ‘El poder constituyente’ (1994), quizá el más consultado por el mandatario para soportar su idea de asamblea nacional constituyente, que él prefiere llamar “proceso constituyente” para alejarse de la institucionalidad que lo obliga a presentar un proyecto al respecto al Congreso de la República para su discusión y aprobación. Prefiere las vías de hecho, porque las formas —ya lo ha dicho— le resultan muy incómodas.

Hasta ahora, el mandatario había hablado de “proceso constituyente”, pero este miércoles subrayó un nuevo concepto en su discurso ante el auditorio cautivo que le garantizó el Primero de Mayo: el “poder constituyente”. Y reiteró que no es para reelegirse. A sus escuchas, sin embargo, también habría que decirles que, una vez conformada una asamblea constituyente, ella misma se dicta sus reglas y establece los temas de los que se va a ocupar. Es decir que cobra independencia, incluso del propio presidente. En ese escenario es donde puede surgir, desde muy diversos orígenes, la idea de una reelección, y el mandatario podría defenderse diciendo que, si se plantea, pues no fue iniciativa suya.

¿Pero de dónde salen estos conceptos de “proceso constituyente” y “poder constituyente” que el jefe de Estado cuelga con cada vez más frecuencia en sus discursos? Una mirada atrás puede arrojar algunas luces. En diciembre pasado, publicó en X un trino lamentando la muerte de Negri, cuya vida se movió en los extremos. Así como fue señalado de pertenecer al grupo terrorista Brigadas Rojas, de haber participado en el asesinato del primer ministro de Italia Aldo Moro (1978) —cargo del que finalmente fue absuelto— y de haber tomado parte en dos atentados —por los que pagó varios años de cárcel—, también alternó como profesor con figuras de la talla de Jacques Derrida, Michel Foucault y Gilles Deleuze, y fue un prolífico escritor.

En su tuit, el presidente Petro admitió que había tomado de Negri algunas teorías relativas al concepto de ‘multitud’ y las aplicó “en la configuración de los programas de Bogotá y Colombia Humana”, plataformas políticas que lo llevaron a la Alcaldía de Bogotá y a la Presidencia de la República. Para Negri, la multitud, esa que busca configurar con apasionamiento el presidente Petro, es el nuevo sujeto revolucionario que reemplazó a la clase obrera.

Por eso, el mandatario exprimió al máximo la oportunidad de subirse a las marchas de los trabajadores el Primero de Mayo, mezclados con otros manifestantes que lo respaldan. Una multitud para él. “Hoy no llenamos la Plaza de Bolívar de Bogotá; llenamos el centro de toda Bogotá, que es diferente”, dijo, pletórico, al constatar con satisfacción que no era solo la clase obrera la que lo oía, sino una masa que materializó la multitud de la que habla Negri.

Como quedó claro en su discurso (resultó extraño, por el contexto, que empezara su intervención anunciando el rompimiento de relaciones con Israel, y dedicara buena parte de esa alocución a sus reformas y a atacar a la oposición), el mandatario no estuvo en la manifestación del Día del Trabajo por las reivindicaciones de la clase obrera, esa que, desde los planteamientos de Negri, ya no es importante en sí misma para el “poder constituyente”.

El “proceso constituyente” y el “poder constituyente”

En la parte final de ‘Imperio’, Negri y Hardt se refieren al militante, un perfil del que señalan a varios de los funcionarios más cercanos al presidente Petro, lo mismo que a los seguidores que a él más le gustan, y lo vinculan con los conceptos de multitud y constituyente. Además, y esto llama mucho la atención, despojan al militante de cualquier representatividad de los explotados y le adjudican tareas tendientes a la constituyente.

“En la era postmoderna, cuando se disuelve la figura del pueblo, el militante es el que mejor expresa la vida de la multitud: el agente de la producción biopolítica y la resistencia contra el Imperio”, plantean Negri y Hardt. “[…] Hoy el militante no puede siquiera pretender ser un representante, ni incluso de las necesidades fundamentales del explotado. Todo lo contrario, hoy, la militancia política revolucionaria debe redescubrir lo que siempre ha sido su forma apropiada: la actividad constituyente no la figurativa”.

Pero es en su otro texto (‘El poder constituyente’) en el que Negri se explaya en esta idea que hoy inunda los discursos del presidente Petro. “[…] La praxis del poder constituyente ha sido la puerta a cuyo través la voluntad democrática de la ‘multitudo’ [multitud] (y, por consiguiente, la cuestión social) ha entrado en el sistema político destruyendo o en cualquier caso debilitando de manera firme el constitucionalismo”, escribió.

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El constitucionalismo, de acuerdo con la teoría política, es un concepto que se refiere a la arquitectura del Estado en las democracias liberales, erigida sobre el principio de que hasta la autoridad de un gobierno deriva y a la vez está limitada por la parte principal de una ley suprema, es decir, una constitución. Y esto es algo que no va con el presidente Petro, que, a pesar de haber prometido en campaña no tocar la Constitución, ahora quiere reformarla; y pese a haber jurado en su posesión cumplirla a cabalidad, abjura al querer convocar una constituyente sin acatar los mecanismos previstos en la Constitución para ese propósito.

También lesiona la Carta Política colombiana, particularmente su Artículo 188, que ordena al presidente de la República simbolizar “la unidad nacional” y advierte que, “al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”. En su discurso de este miércoles, el mandatario siguió dividiendo a los colombianos entre los que lo siguen y aplauden, y los otros, a los cuales descalifica de todas las formas. Su pretendido “acuerdo nacional” siempre naufraga por el peso de las broncas y agravios que espeta.

Para hacerle un esguince a la obligación constitucional de presentar ante el Congreso un proyecto para convocar una constituyente, el mandatario ‘acuñó’ el concepto “proceso constituyente”, con el fin de reforzar la ficción de que ya está en marcha por fuera de las vías constitucionales. Esa idea, sin embargo, también deriva de Negri, cuando escribió que “cuando el poder constituyente pone en marcha el proceso constituyente, toda determinación es libre y sigue siendo libre. En cambio, la soberanía se presenta como fijación del poder constituyente y por ende como término del mismo, como agotamiento de la libertad de la que es portador”.

El texto, espeso, abunda en ideas que, en todo caso, sugieren cambios más bien violentos. “[…] El paradigma del poder constituyente es el de una fuerza que irrumpe, quiebra, interrumpe, desquicia todo equilibrio preexistente y toda continuidad posible”, escribe Negri en otro aparte de su libro. “[…] El poder constituyente se vincula estrechamente al concepto de revolución”. “[…] Y vemos cómo viven la sístole y la diástole, a veces violentísimas, que laten en la revolución democrática, entre el uno y los muchos, entre poder y multitud, en un tiempo que alcanza siempre concentraciones fortísimas y a menudo convulsiones”.

¿Cómo puede un hecho normativo consuetudinario hacer justicia a la innovación? ¿Cómo puede una ‘clase política’ preconstituida ser el garante de una nueva constitución?”, se pregunta el italiano. “Ya el esfuerzo de cerrar el poder constituyente en una jaula de limitaciones espacio-temporales resulta insostenible”, agrega, en una clara alusión a esas formas institucionales que tanto aborrece el presidente Petro y que quiere pasar de soslayo.

“[…] Nosotros exigimos que el principio constituyente sea algo ontológicamente arraigado, dinámico, no espacio ordenado sino tiempo abierto, constitución temporal de lo existente, crisis”, remata Negri al criticar los comentarios que hicieron los filósofos alemanes Hannah Arendt y Jürgen Habermas, dos connotadas figuras del pensamiento contemporáneo, cuyas ideas sobre el poder constituyente resultan muy pobres para el italiano.

Queda claro que el presidente Petro no convoca las marchas porque no tuvo o no tiene acceso a los medios de comunicación, ni como simple y reactiva  respuesta a las multitudinarias manifestaciones de la oposición. Las convoca, y lo seguirá haciendo, en procura de una masa crítica (la multitud adecuada, el poder constituyente) para alcanzar sus propósitos.

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