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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Mar 18, 2024 - 10:01 am

El debate nacional que esperaba provocar el presidente Gustavo Petro con la mención que hizo a una asamblea nacional constituyente no se ha producido. No el debate en el sentido de confrontación de ideas a favor y en contra de ese asunto. Lo que desencadenó fua una enorme ola de opinión que no ve viable esa idea. Y no la ve posible no porque pueda sentir antipatía por el mandatario, sino porque, técnicamente, es irrealizable.

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La idea está tan alejada de la realidad que, para muchos, lo que hizo Petro fue poner a hablar a Colombia de un tema por unos días para distraer su atención, pero lo que no se tiene claro es por qué. Como no se tiene clara la razón para que el jefe de Estado hablara de una reforma a la Constitución, cuando en campaña, en diferentes escenarios, había asegurado que no lo haría.

Este lunes, y después de que el país se devanara los sesos durante el fin de semana, El Tiempo publicó una entrevista con el jefe de Estado en la que da seis razones para ese propósito. Su común denominador es que para todas ellas no es necesario una asamblea constituyente, pues el ordenamiento jurídico de la nación ya ofrece los instrumentos para lograrlas. Son temas de buen gobierno, nada más.

Lo primero que se ha mencionado sobre la idea de hacer una constituyente es que los tiempos no alcanzarían porque son varios los pasos que se deben cumplir: la iniciativa debería ser aprobada, primero, por mayoría absoluta, en la Cámara de Representantes. Con el mismo tipo de mayoría, debería ser aprobada por el Senado de la República. Después, la ley de convocatoria a una constituyente debe ir a sanción presidencial, paso que, por obvias razones, no sería difícil.

Pero luego debe llegar a la Corte Constitucional para que ese tribunal la revise y diga si es válida, y más adelante se debe convocar a los ciudadanos a las urnas con el fin de preguntarles si quieren o no una asamblea nacional constituyente. Pero es ahí donde se le presentaría a Petro quizá el escollo más difícil se superar en su propósito de reformar la Constitución.

Votos que le harían falta a Gustavo Petro para una constituyente

La razón está en el Artículo 376 de la Carta Política, que en uno de sus apartes establece que “se entenderá que el pueblo convoca la asamblea, si así lo aprueba, cuando menos, una tercera parte de los integrantes del censo electoral”. Es decir que hoy se necesitarían algo así como 13 millones de votos.

Eso significa que el presidente Petro debería llevar a las urnas a unos dos millones de personas más que las que votaron por él en 2022 para llegar a la presidencia, que fueron 11’291.986. Pero no se puede olvidar que en ese gran total estuvieron, además de sus fieles seguidores, los que votaron por el hoy presidente no por ser petristas, sino para evitar el triunfo de Rodolfo Hernández. De hecho, contra Petro también votaron 10’604.337 colombianos que dieron su voto al ingeniero populista de derecha, no porque creyeran en sus promesas, sino para evitar el ascenso del líder de izquierda.

Pero hay otro antecedente que arroja dudas sobre la capacidad de Petro para conseguir que más de 13 millones de personas aprueben la convocatoria a una asamblea nacional constituyente. Se trata de las elecciones regionales en las que sus candidatos a alcaldías (como en el caso de Gustavo Bolívar en Bogotá) salieron derrotados. Eso ha dado una idea de la desfavorabilidad que despierta hoy el mandatario, también patente en las diferentes encuestas de opinión y en las marchas convocadas contra su gobierno e iniciativas.

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El ambiente también lo enrarece el hecho de que la justicia no le camina, lo cual ha quedado demostrado en las decisiones que han tomado los jueces, fallando conforme a la Constitución, para no elegir la fiscal que Petro quería, no liberar al exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, y tumbándole nombramientos y decretos.

Las relaciones de Petro con el Congreso de la República (por donde empezaría su azaroso camino una constituyente) tampoco son buenas, y eso ha quedado de manifiesto con el espinoso trecho que han tenido que recorrer los trámites de sus reformas a la salud (prácticamente hundida), la pensional, la laboral y la de la justicia.

Tal vez, el presidente, como dicen los mecánicos, le esté midiendo el aceite al país para ver cómo reacciona frente a la idea de una constituyente. Los más escépticos temen que, de no conseguir ambientar ese propósito, vuelva a someter al país a aciagos días con su convocatoria a las protestas callejeras, una alternativa que también mencionó el viernes pasado, cuando puso al país a hablar de una constituyente.

El sábado el mandatario escribió en X (se transcribe textualmente): “Hay quienes creen que si el pueblo decide entonces hay antidemocracia; se olvidan que significa la palabra: democracia,  ‘demos: pueblo, ‘cratos’: poder. Democracia es ‘poder del pueblo’. Solo quieren que decidan los que manejan la maquinaria y el dinero, una cosa así si no es una democracia, Aristóteles y Gaitán la llamaban una oligarquía”.

Pero en el mundo contemporáneo la definición de democracia no es tan plana a partir de la etimología de la palabra como lo plantea el presidente, descomponiéndola en sus elementos constitutivos (‘demos’: pueblo; ‘cratos’: poder). Así puede convencer a sus fieles seguidores. Hoy la democracia se entiende como el sistema político en que efectivamente la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente, pero también por medio de representantes.

El mandatario insiste en el primer aspecto (la democracia directa, con sus llamados a las calles) pero desdeña el segundo, según el cual el pueblo decide a través de sus representantes, que son los integrantes del Congreso de la República; y esos, gusten o no, ya los escogieron los colombianos democráticamente en las urnas.

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