Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Buenaventura   Ago 21, 2023 - 2:45 pm
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Todo estaba dispuesto con sumo cuidado. Las flores frescas, de colores tenues, daban un toque mágico a la imagen de la Virgen de Fátima. Los músicos de banda afinaban sus instrumentos para empezar la procesión en la Iglesia San Pablo, ubicada en el barrio El Recreo de Montería, el más prestigioso de la ciudad.

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Los feligreses hacían una fila organizada y en medio del barullo, se escuchaba la voz de Edwin Arrieta Arteaga, el médico cirujano, que se había encargado de organizar, con extrema delicadeza, cada detalle de la celebración religiosa. Esa escena de su vida, mostraba su esencia. Era un hombre piadoso, respetuoso, alegre, de gustos exquisitos y un excelente anfitrión.

Pertenecía al grupo de proclamadores, es decir, los que leían la palabra en la misa, pero eso no era fortuito. Desde pequeño aprendió de sus padres, el amor por Dios y por la Virgen María, especialmente por la Virgen de Fátima, que era su advocación preferida.

No había nada en el mundo que le impidiera rezar el Santo Rosario de la Coronilla, a las 3:00 de la tarde, cada día. Una alarma en su reloj le indicaba la hora precisa y dejaba lo que fuera necesario por cumplir su cita mariana.

Había crecido en un hogar humilde, en el barrio Cascajal de Lorica, municipio cordobés, su padre, Leovaldo Arrieta, trabajaba como restaurador de radios y televisores, mientras que su madre, Marcela Arteaga, era maestra de escuela.

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Con grandes sacrificios lo mandaron a estudiar medicina en la Universidad Metropolitana de Barranquilla y luego se especializó en Buenos Aires, donde resultaba más económico hacer el posgrado, ese que lo consolidó como un cirujano comprometido y dedicado.

Siempre quiso ser médico y viajar. Desde que estudiaba bachillerato en la Normal Superior Santa Teresita, de su ciudad natal, decía que quería conocer cada uno de los rincones del mundo. Ese sueño, justamente, se truncó en un lugar lejano: Tailandia, destino en el que fue asesinado por el confeso homicida, Daniel Sancho, un chef español, de 29 años, para quien la Policía de ese país ha solicitado la pena de muerte.

Familia de Edwin Arrieta no quiere pena de muerte a Daniel Sancho

Darling Arrieta, su hermana mayor, y la mamá de María Fátima, su sobrina amada, a quien además le escogió el nombre, siempre ha pedido justicia para que el crimen no quede impune, pero en medio de su dolor, no quisiera que Daniel Sancho fuera condenado a muerte.

Cuando conoció la solicitud que había hecho la Policía de Tailandia, en el sentido que esa debía ser la condena para Sancho, pues consideran que fue un crimen premeditado y que no murió de un golpe accidental en la cabeza, sino que habría recibido una herida con cuchillo en el tórax, en hechos ocurridos en la isla Koh Phangan, confesó que prefiere que pague en una cárcel.

“El único que quita y da la vida es Dios. Ningún ser humano tiene el derecho a quitarle la vida a otro por mucho mal que haya hecho. Queremos que se haga justicia, pero creemos en la justicia divina”, señala la mujer, quien ha estado acompañando a sus padres en este duelo, el más grande de sus vidas, como ella misma lo califica.

(En contexto: Policía tailandesa recibió autopsia sobre crimen del cirujano colombiano Edwin Arrieta, ¿qué dice?)

Una y mil veces piensa cómo pudo haber ocurrido y lo que habría sentido su hermano aquel día en el que le arrebataron la vida. “No sé por qué lo hizo. Acabó con la vida de Edwin y con la vida de cada uno de nosotros”, resaltó en medio de sollozos.

Sigue recordando cada uno de sus detalles, pues lo describe como un hijo excepcional, que siempre ayudó a sus padres y les prodigó todo el amor posible. El mismo día que fue asesinado, hablaron horas antes y este le dijo que se iba a encontrar con unos amigos españoles. ”Jamás mencionó el nombre de Daniel Sancho”.

Fue a través de una de sus mejores amigas, Viviana Ordosgoitia, que hubo una pequeña comunicación con el hijo de Rodrigo Sancho, uno de los actores más famosos de España, luego que sus familiares señalaron que no les contestaba, hecho que se les hizo extraño porque el médico llamaba a su familia hasta cuatro veces al día.

Vivi, como le dicen cariñosamente a su amiga y compañera de algunos viajes, dijo que ella estaba muy preocupada y por eso decidió escribirle al joven español, a quien había visto en algunas historias de redes sociales con Edwin. “Por favor, podrás saber que estamos súper angustiados, necesito que vayas a buscar a Edwin por donde sea”, señala el mensaje.

Con la frialdad que siempre ha mostrado, luego del crimen, Sancho le contesto: “Sí, cojo la moto y voy a la Policía o a los hospitales”. Unas horas más tarde, ante su insistencia le escribió “no sé qué decirte, solo espero que esté bien. Me tienen retenido, literalmente, toda la policía de Ko Phan Ngan. Lo inevitable había pasado: Sancho confesó el crimen.

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Familia de Edwin Arrieta pide cenizas de la víctima

El crimen ha sido objeto de múltiples publicaciones en Colombia, España, Tailandia y el mundo en general. Se han ventilado los detalles más íntimos; que eran pareja, que tenían negocios juntos, que Edwin iba a abrir un consultorio en España, que tenían planeado incursionar en el montaje de varios restaurantes, que encontraron en su habitación 80 mil dólares, en fin, uno y mil detalles que han lacerado aún más el corazón de sus familiares.

“Yo no quiero leer periódicos, ni ver redes sociales porque me duele mucho todo lo que han dicho de Edwin, sin que él pueda defenderse”, señala su hermana, mientras recibe la visita de vecinos, amigos y familiares.

Su mayor anhelo y el de sus padres es que traigan el cuerpo, o por lo menos las cenizas, para darle cristiana sepultura. “Hemos pedido ayuda a la Cancillería, pues no han dicho que la repatriación cuesta alrededor de 290 millones de pesos y nosotros no contamos con ese dinero”, precisó.

Por su parte, Miguel González, un abogado amigo de la familia, quien ha estado al frente del caso, indicó que este homicidio no se justifica bajo ninguna circunstancia. “Algunos medios internacionales han querido decir que Edwin se buscó su propia muerte. Nada más injusto que eso”, enfatizó el jurista, quien está a la expectativa de las decisiones que se tomen en ese país.

“En Tailandia está estipulada la cadena perpetua y la pena de muerte. Yo no soy partidario de la pena de muerte, pero si que le den una pena bastante alta, que logre resarcir en cierta medida el daño ocasionado por los familiares que buscan justicia”, indicó el abogado.

En Lorica, el terruño que vio crecer a ese médico soñador, siguen pendientes del final de la historia, pero su familia insiste que ni aún la pena de muerte logrará apaciguar el dolor tan grande que sienten en sus corazones.

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