Juan Rojas tiene 20 años, vive en un barrio estrato 1 en Dosquebradas, Risaralda, hace varios meses, con algunas dificultades, logró obtener su grado de bachiller.

Cuenta que pasó varias semanas intentando conseguir trabajo pero las necesidades en su casa no se detuvieron, y según sus palabras, le tocó regresar a lo único que conoce, vender droga.

“En una bomba (una bolsa) de bazuco vienen 100 dosis, cada dosis vale $2.200, cuando se vende una bolsa completa, la ganancia es de $20.000, al día se pueden vender aproximadamente 10 bolsas, lo que significa unos $200.000 en unas 8 horas, y esto es un día malo”, explicó Rojas.

“Hay varios turnos, unos entran de 7:00 a. m. a 7:00 p. m., y ahí hay cambio de turno. Hay algo que se llama puerta, que son casas cercanas a donde ellos venden, porque si los campaneros cantan ‘8’, que significa que llegó la Policía, tienen que ingresar de una a estos lugares que los reciben, se les entrega un dinero. Hay adultos mayores que lo hacen para ganar algo de ingresos”.

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¿Por qué terminan en este camino?

 Según lo explica Juan, esta es la vida que conoció, su familia, amigos y demás están metidos en dichos negocios; creció con esto, y cuando ha intentado salir de este círculo, no ha podido.

No hay forma de negar que esto es dinero fácil, ganarse en un día $200.000, que son los días malos, no se consigue en cualquier trabajo. ¡Imagínese cuando es full la labor y se gana más! No se puede decir que quienes viven en estos barrios todos trabajan en lo mismo, pero sí su gran mayoría, muchos hemos querido cambiar de vida porque aquí se corre peligro, porque adentro también hay problemas graves, porque uno quiere ver otras oportunidades, pero en Colombia eso es difícil, exigen experiencia, palanca, cualquier estudio, y díganme aquí cómo, si el colegio queda al lado de la olla principal, hay padres de familia que alquilan las habitaciones para que los chicos consuman, desde pequeños los niños no ven mayor futuro”, señaló Juan.

“Dicen que hay muchos proyectos para mejorar esta situación, pero nunca he visto que vengan por estos lados, en alguna ocasión vi a una iglesia traer comida a los loquitos, eso fue todo. Pero decir que hubo algo especial para la gente, eso es mentira. La plata aquí se vuelve de bolsillo, y también hay que tener en cuenta que muchos de los que expenden son consumidores, así que es un círculo vicioso; algunos ayudan a sus mamás o se van a vivir solos. Por ejemplo conozco una parcera que el marido lo metieron a la cárcel, ella tiene un hija y debe seguir pagando arriendo, los servicios, la comida, ella sólo encontró ingresos vendiendo, es lo que conoce y logró conseguir rápido”, expresó el recien graduado como baciller.

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“Los expendedores en su mayoría no tienen estudios, no tienen experiencia en ningún otro trabajo, buscar empleo en otro lugar es casi imposible, o se mueren de hambre o hacen lo que siempre han hecho, vender droga”, concluyó el joven.

Droga y Desempleo

Actualmente las cifras no son muy alentadoras, según informes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la tasa de desempleo en Colombia en febrero fue del 12.9 %.

En Pereira y su área metropolitana se ubica en 12.4 %, por encima de Manizales que está en 11.1 % y Armenia en 8.8 %. A esto le sumamos que los departamentos que conforman el Eje Cafetero y Antioquia son los de mayor consumo de drogas en el país, especialmente de cocaína y sustancias sintéticas; así mismo, Risaralda aparece en primer puesto a nivel nacional en consumo de marihuana.

“En el departamento faltan más oportunidades de empleo, al punto que algunos municipios, sobre todo en aquellos donde hay recolección de café, y cuando es la cosecha principal, llegan muchos recolectores provenientes de otras partes del país, varios de ellos consumidores, y lo que hacen es que como parte del pago les dan la dosis personal y se las van descontando del sueldo final”, explicó Eisenhower Zapata, integrante de Movimiento Nacional de Víctimas de Conflicto Armado.

“Mientras el Estado no se mueva o considere que desde un escritorio se toman soluciones, es difícil. Hablar de los expendedores, aquellos que viven de esto, es una posibilidad de ingresos que le está brindando un organismo al margen de la ley, sumándole que es bien pago. Mientras siga el estado de pobreza que tenemos, existirán personas que se dediquen a esto, porque es la única oportunidad que ven para sobrevivir”, agregó.

Oportunidades

Y es que siempre el Estado, las alcaldías y otros organismos hablan de la ayuda que le brindan a los consumidores, pero poco se habla de lo que se hace para lograr que este problema de raíz, que termina con la comunidad, se acabe.

Jorge Iván Toro, de profesión sociólogo, indica: “ la drogadicción es un problema de salud pública y hay que entenderla desde varios puntos de vista. Algunos lo hacen para olvidarse de sus penas, o porque dicen sentirse enfermos, otros porque no saben utilizar su tiempo libre; con otros se debe analizar su formación, cómo crecieron, cómo sobreviven”.

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“Pero sin duda alguna lo más importante a tener en cuenta es que existen muy pocas oportunidades para estudiar, para trabajar. Según los últimos informes de pobreza, muestra que el 70% de los hogares trabajan informalmente, eso hace que las personas busquen otras formas de ingresos, una de ellas es distribuir droga. En Risaralda el 40% de las personas está en la línea de pobreza, esas son causas estructurales que empujan a los ciudadanos a sobrevivir como sea”, agregó el especialista.

“Muchos creen que cuando se habla de la droga, sobre todo de expendedores, la solución es muy fácil; hablan de atacar la problemática fortaleciendo los operativos de la policía, y eso no va acabar con la situación. Se necesitan políticas públicas, un empleo formal, que le garantice a la persona por lo menos un salario mínimo. El trabajo debe tener con todas las garantías, no solo por la parte física, sino también mental; educar, para que estas personas crezcan, estudien, y tengan otras oportunidades de vida”, concluyó el especialista.