Los ven como una competencia a la hora de buscar trabajo ya que hay empresas que prefieren contratar venezolanos porque les pueden pagar menos que a los locales.

Esta situación se ha convertido en el argumento preciso para rechazarlos en Bucaramanga (Santander). Incluso, indica Vanguardia Liberal, hasta para arrendar un apartamento o habitación se aclara que no se admiten venezolanos.

“Encontré clasificados en los que decían claramente: ‘No venezolanos’. Además cuando llamé a dos o tres anuncios me preguntaban si era colombiana, como les decía que sí, me daban toda la información”, comentó a ese medio Gloria Mejía, una bumanguesa que llamó para hacer el experimento.

Además de insultos y rechazos en las calles y en establecimientos comerciales las humillaciones también son evidentes en las redes sociales, en donde los tratan de “ladrones”, “perezosos” y otros calificativos impublicables.

“Si hay violación, secuestro o robo todo es culpa del venezolano para algunos colombianos. Es obvio que el bumangués tenga miedo. Está llegando muchísima gente y muchas empresas han optado por contratar a los venezolanos, porque pueden pagarles más barato. Pero es culpa del empresario y no del venezolano”, reaccionó la vocera de los venezolanos en Bucaramanga, Alba Pereira, en diálogo con el impreso.

Pero el rechazo y las muestras de odio hacia los venezolanos no son solo en esa ciudad, pues según un experimento social que hizo hace un mes el programa Séptimo Día la situación se repite en varias partes del país.

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Uno de los casos que registró el programa fue cuando un hombre (actor) que dijo ser de Venezuela fue rechazado al pedir empleo en un restaurante, y aunque el administrador lo maltrató verbalmente ninguno de los testigos hizo algo por defenderlo.

“En el caso del restaurante, cuando le damos la oportunidad a alguien extranjero pensamos que le estamos quitando a alguien que es de nuestro país la oportunidad de tener lo que nosotros queremos para nosotros. Mientras que si le damos la oportunidad de un empleo informal, como la venta de las hallacas (en la calle), estamos diciendo: ‘Bueno, él puede subsistir con eso, pero no nos está quitando estas grandes cosas que anhelamos”, explicó Viviana Calle, psicóloga social, consultada por Séptimo Día.