Aunque le reconoce en la columna que su programa es probablemente el más atractivo, aunque no el más serio; sabe hablar, por eso es el mejor en los debates televisados, tanto en respuestas como en propuestas, Caballero lo demuele por megalómano, demagogo (que no populista), desleal, tramposo, autoritario.

Y cada uno de esos calificativos Caballero lo ilustra con un episodio de la vida política de Petro.

Recuerda sus argumentos para el cierre de la Plaza de Toros; su implantación a las malas de su modelo de basuras; las acusaciones de tramposo hechas por cercanos como Antonio Navarro,  Daniel García, Carlos Gaviria, Jorge Robledo o Clara López; su responsabilidad en la elección del cavernario Alejandro Ordóñez como Procurador; o su iniciativa de una asamblea constituyente si es elegido presidente.

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“No me parece que Gustavo Petro sea una buena persona, sincera y franca. Más bien lo veo como una mala persona, aunque se haya engalanado -de raponazo- con el indecente autoelogio de autoproclamar que sus candidatos al Congreso representan ‘la decencia’. No creo ni ‘el amor’ de que tanto habla. Ni ‘el saber’ que pretende transmitir. Ni ‘la humanidad’ que campea en los nombres de sus campañas. Todo eso me parece ficticio e impostado. Petro no inspira confianza”, dice.