Si bien Vélez reconoce en El Espectador como “una innegable articulación excepcional” la “lógica práctica” de Santos para “armar ese difícil rompecabezas” de sentar a la guerrilla a discutir una agenda definida para terminar el conflicto con la llave de una justicia alternativa, también encuentra que “una cosa es lo que se argumenta y otra diferente es el engendro”.

Son puntualmente tres elementos los que, según Vélez, “hacen ver muy diferente” lo que pinta Santos en su libro con respecto a la realidad.

El primero es el narcotráfico, porque, “lejos de haberse planteado una solución al problema”, tras el Acuerdo de Paz, el flagelo “está disparado”, escribe Vélez, y destaca que ese salto, para Santos, es “temporal”. Sin embargo, el columnista asegura que la siembra se ha multiplicado porque el país está limitado a la erradicación manual y por “los incentivos perversos creados […] para que campesinos que no eran cocaleros cultiven la mata”.

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El segundo elemento que relaciona Vélez son las disidencias de las Farc que, a la luz de cifras de las Fuerzas Armadas (según las cuales hay más 3.700 guerrilleros disidentes) prueban que esa guerrilla no murió, sino que mutó.

El tercer elemento que, de acuerdo con Vélez, hace ver muy diferente lo que dice Santos en su libro de lo que es la realidad son las víctimas. “Santos dice que el proceso no generará impunidad, pero a la luz de lo que está ocurriendo está claro que sin verdad no hay reparación”, subraya el columnista.

Y con base en una consideración del Comité Noruego que le otorgó el Premio Nobel de Paz a Santos, Vélez también concluye: “Los que pensamos que la JEP no está exenta de críticas, análisis o auditoría; que exigimos que extradite a Santrich por haber continuado con el delito del narcotráfico, y que buscamos que las Farc cumplan con decir la verdad, pedir perdón y entregar sus bienes, no somos enemigos de la paz; por el contario, queremos que lo que cuenta Santos en su libro se cumpla”.