El proyecto prohíbe la muerte de estos animales en la plaza y también elimina el uso de elementos considerados de tortura como la espada, la pica y las banderillas, y reduce a la mitad las fechas de la temporada anual que tiene lugar entre febrero y marzo.

La iniciativa aprobada hoy también establece que todas las actividades desarrolladas durante la temporada taurina, que ya no tendrá ocho tardes sino cuatro, deberán ser financiadas por los organizadores de las mismas. Además, la tarifa tributable para estos eventos fue modificada y pasará del 10 al 20 %, mientras que una buena parte de la publicidad dentro de la plaza deberá dedicarse a sensibilizar sobre el sufrimiento animal.

El proyecto, presentado por la concejal del partido Alianza Verde Andrea Padilla, pasará ahora a sanción de la alcaldesa Claudia López. “Eliminar los instrumentos cortopuzantes y la matanza del toro en la plaza, subir impuestos, reducir fechas y obligar a empresarios a informar del sufrimiento animal y a asumir todos los costos de su fiesta de muerte, será una estocada mortal a esta barbarie”, manifestó la cabildante.

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La Corte Constitucional, al pronunciarse sobre la continuidad de las corridas de toros en Bogotá, vetadas en 2012 por el entonces alcalde Gustavo Petro, emitió en 2017 un fallo en el que estableció que se debían respetar en los municipios donde esa práctica tuviera un arraigo cultural.

Las manifestaciones convocadas por Padilla y organizaciones animalistas tomaron mayor fuerza en los últimos años en varias ciudades del país y en enero pasado el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, ratificó que en sus cuatro años de gobierno los toros no tendrán cabida en el coso de La Macarena.

En ese mismo sentido se han pronunciado la alcaldesa de Bogotá y el mandatario de Cali, Jorge Iván Ospina, para expresar abiertamente su rechazo a la tauromaquia y su intención de no destinar recursos públicos para esa actividad.

Tras conocerse la decisión, queda por verse cómo se reinventa esta actividad en la ciudad sin varios de los elementos que la caracterizaban, pero que a la vez eran los que más disgusto causaban entre los animalistas. Esto sin contar con cómo podría hacerse viable como producto con las nuevas normativas.