Este abogado de la Universidad de los Andes, que comenzó el ejercicio de su especialidad cuando creó con Daniel Samper Pizano la unidad investigativa de El Tiempo y que ha escrito más de una docena de libros, cierra filas al lado del intelectual Héctor Abad Faciolince, que también dedicó su columna a defender ese rotativo y reprochar a quienes desinforman sobre su situación.

Héctor Abad Faciolince

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Las reacciones, entre las que están, por supuesto, la del director de El Espectador, Fidel Cano, se produjeron después de que la revista Semana dijera que el periódico estaría a punto de convertirse en semanario por “la baja circulación, la caída de la pauta y la pandemia”.

De hecho, Cano dijo este lunes en su tradicional espacio ‘Redacción al desnudo’ que “a quienes andan por ahí celebrando porque sienten que están un poquito más cerca de callar a El Espectador, pues otra vez, y como siempre, lamento decirles que están tacando burro”.

“Para la inmensa minoría de colombianos que no tragan entero, que no creen en el fanatismo, que escudriñan con escepticismo a los gobernantes, que desconfían de cualquier concentración de poder, El Espectador representa una opción frente a la asfixia moral”, destaca Donadío, en su columna de este viernes.

El veterano periodista investigativo, después de asegurar que el periódico “es patrimonio nacional. Hace parte de la patria. Hace parte de la historia”, recuerda que la pandemia del coronavirus “agudizó en todo el mundo la crisis de los periódicos, por la desaparición de la publicidad”.

Razones para no ‘dejar morir’ a El Espectador en la crisis, según uno de sus periodistas.

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Y da un preocupante dato para el mundo del periodismo: “En los Estados Unidos son 36.000 los periodistas que han perdido el empleo o que reciben menor sueldo o que están en licencia obligatoria por culpa del COVID-19. Colombia no es ajena a la crisis”.

En ese contexto, y en claro acatamiento de la decisión que tomen las directivas de el medio, Donadío escribe: “Si en lugar de hacer un seguimiento general de noticias es necesario destinar el número menor de periodistas al cubrimiento de algunos temas especiales, entenderíamos la realidad. Si El Espectador tiene que hacer énfasis en sus páginas de opinión y abandonar algunas secciones, no formularemos reclamos. Si el periódico ofrece un abanico de muchos columnistas, informes especiales, profundización diaria en dos o tres temas, más cultura y libros, aceptaremos la nueva fórmula”.

“El Espectador es sencillamente insustituible. Como tribuna libre y crítica, no tiene parangón en la historia del país. Como vocero de la conciencia ciudadana, mantiene un cuasi monopolio desde 1887”, sigue Donadío, y subraya que ese diario, en la historia contemporánea de Colombia, “asumió la cuota de sangre” que les “tocaba a todos los colombianos”, en alusión a que fue al menos dos veces blanco de la acción terrorista del narcotráfico: el asesinato de su director, don Guillermo Cano Isaza (17 de diciembre de 1986) y el atentado con carro bomba que destruyó sus instalaciones (el 6 de diciembre de 1989).

Por eso, considera Donadío, “hay una deuda nacional con El Espectador. Por gratitud, le debemos fidelidad”.