El triste caso, que por fortuna tuvo un final feliz, comenzó en una vivienda del barrio bogotano Minuto de Dios, en septiembre de 1987.

En el antejardín de la casa, el pequeño Jonathan, de casi 3 años, jugaba con su hermano Alfonso, de 7 años, cuando un hombre se acercó a los dos niños y le dijo al más pequeño que si lo acompañaba a la tienda a comprar unos dulces.

En su inocencia, y la de su hermanito, el pequeño Jonathan se fue con el secuestrador y hasta ahí se supo de él.

Por la ventana, otro hermano, Juan, observó la escena pero no le puso atención porque el hombre que se llevaba al niño de la mano era Camilo Guzmán, un compañero de trabajo de su padrastro, pareja sentimental de su madre, Ana Jiménez, según una entrevista publicada por El Tiempo.

Juan no le dijo nada a su mamá, entre otras cosas, porque le pareció normal y porque no estaba vestido y en ese momento había visita en su casa.

No obstante, las horas pasaron y cuando la madre se percató de que su hijo no estaba, comenzó a buscarlo hasta debajo de las camas.

Pasó el tiempo y, sin ninguna pista del pequeño y sin idea de por dónde comenzar a buscar, Ana se aferró a la idea de que el niño había desaparecido pero que probablemente estaba sano y salvo, en algún lugar. El niño no tenía registro civil, pues había nacido en la casa y sus padres no lo habían registrado en una notaría.

Una visita del secuestrador le devolvió la esperanza

Pasaron 7 años (ya era 1994), señala el diario capitalino, y Camilo Guzmán, el hombre que raptó al niño, apareció en la casa de Ana Jiménez para confesarle que él era quien había secuestrado al pequeño por órdenes de la pareja de Ana, quien era abusivo con ella, y le mintió a la madre que Jonathan vivía en Estados Unidos y que estaba bien.

Luego, el hombre se marchó, pero en la historia queda el vacío de por qué Juan nunca dijo que era Camilo Guzmán el que se lo había llevado y por qué la mujer no lo denunció ante las autoridades apenas el hombre le confesó del rapto.

A Juan, que en el momento de la visita del secuestrador tenía 12 años, le comenzó a dar vueltas en la cabeza la idea de buscar a su hermano, pero solo fue hasta que tuvo 24 que vio la forma de irse para EE. UU. a buscarlo, cosa que logró luego de que le negaron varias veces la visa.

Sin embargo, Juan siempre siguió una pista falsa, pues su hermano jamás había sido llevado a ese país.

Juan permaneció en EE. UU. durante 4 años pero regresaba cada año a Colombia para indagar sobre su hermano. Fue en uno de esos viajes que logró conseguir el nombre completo de Camilo Guzmán y su número de cédula (el nombre completo no lo sabía cuando el niño fue robado).

Esa información no le sirvió de mucho, pese a haber contratado a un detective. Un año después, por casualidad, encontró información del secuestrador en Facebook, donde pudo constatar que ya había muerto, pero también se enteró de que tenía dos hijas.

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Haciéndose pasar por un supuesto hijo de Camilo, pues el hombre aparecía en una foto de su bautismo, Juan contactó a las mujeres, quienes lo refirieron con una tía suya, para que le diera más información sobre el desaparecido Jonathan.

La tía de las hijas de camilo le dijo a Juan que un día su hermano (el que robó al niño) llevó a Jonathan a la casa, pero que el pequeño solo había permanecido allí una noche y después no se habló más del asunto. Juan volvió a quedar sin pistas del paradero de su hermano.

El mensaje que cambió el curso de la investigación

En 2018, a Juan le llegó un mensaje de la empresa ‘My Heritage’ (Mi herencia), en el que le ofrecía un kit de ADN, en caso de que tuviera algún familiar perdido al que quisiera encontrar.

Juan les escribió y les narró su caso, por lo cual fue elegido para enviarle el kit para que se hiciera la prueba de ADN, con lo que Juan estuvo de acuerdo, siempre con la remota esperanza de que su hermano Jonathan recibiera el mismo mail y también se hiciera la prueba.

Pasó un año y no sucedió nada, hasta que en diciembre de 2019 Juan recibió un mensaje en inglés de un hombre que decía llamarse John, de 34 años, y que vivía en Noruega.

En ese momento, Juan pensó que de pronto era algún familiar pero no su hermano, pues no le cuadraban las fechas y la edad de John.

John le dijo que había sido adoptado por noruegos mientras él estaba en un orfanato (donde habría vivido un año, luego del rapto) y después de intercambiar fotos y hacer cuentas de la edad de Jonathan, Juan tuvo la certeza de que se trataba de su hermano, una situación que mantuvo en secreto por un tiempo, hasta que le contó a su mamá que lo había encontrado.

El 2 de enero del 2020, Juan fue a ver a su hermano a Noruega, y a constatar que en efecto fuera él.

Luego, el 7 de enero Jonathan llegó de Noruega con un amigo suyo para conocer a su mamá y a sus hermanos. Luego de encontrarse, supo que nunca había sido abandonado, como él creía, sino que había sido raptado.

El recién aparecido se fue a Europa y regresó en marzo, pero la pandemia hizo que se quedara más allá de los 14 días que tenía planeado. Incluso, el 28 de noviembre pasado, su familia biológica le celebró todos los cumpleaños que no le había celebrado durante 32 años.