Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Marizol Gómez   Jul 28, 2024 - 10:48 am
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Si uno va por las empinadas calles de Yarumal, al norte de Antioquia, preguntando qué es lo que está pasando con la seguridad del pueblo, lo más seguro es que le respondan que nada, que lo mismo de siempre, que se sabe que asesinan gente de vez en cuando pero que nadie sabe a quién ni por qué.

Hay fotografías que respaldan esas respuestas. La semana pasada, en la madrugada del 20 de julio, un hombre de 28 años fue asesinado por personas que iban en una moto cuando estaba en un bar esquinero en plena zona rosa. La imagen del cuerpo sin vida tirada en la calle se regó por redes sociales. Lo llamativo es que el muerto parecía un elemento decorativo de la fiesta.

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La gente no salió a esconderse en sus casas ni a cerrar la cuadra. En la foto quedaron los comensales de pie, al lado del muerto, con sus tragos en la mano, apenas mirándolo de reojo, como si se hubiera quedado ahí tirado en el piso producto de una borrachera y no de los varios tiros que le pegaron en la cabeza. Una semana después de esa muerte, la policía y las autoridades municipales siguen registrando al hombre como una persona sin identificar.

Pero por más que los homicidios parezcan paisaje, en Yarumal sí está pasando algo: entre el primero de enero y el 25 de julio de este año se han cometido 25 homicidios, casi uno a la semana.

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El año pasado, en el mismo lapso, iban 13, de manera que el aumento es de nada menos que del 92,31%. Lo que convierte al pueblo, con mucha ventaja sobre el resto, en el que más homicidios ha tenido en la subregión del norte de Antioquia. En el segundo lugar de ese ranking perverso está Valdivia con 11 y después Santa Rosa de Osos e Ituango con 8.

Yarumal está a un solo homicidio (26) de alcanzar la cifra total que tuvo durante todo el 2023, cuando todavía faltan cinco meses para acabar el año.

Si bien las noches en el pueblo, especialmente en los barrios periféricos, parecen solitarias y por estos días hay más policías, soldados y retenes de lo habitual, de lengua para afuera nadie quiere prender las alarmas: ni los habitantes ni los policías ni las autoridades.

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Las razones pueden ser varias. La primera y la más evidente es el temor. De tiempo atrás se sabe que el Clan del Golfo es el amo y señor del hampa en la zona y que una declaración imprudente puede significar una lápida. La segunda es que a quienes están matando son principalmente a jóvenes de barrios marginales y de orígenes pobres que se dedican al microtráfico de estupefacientes (o, al menos, de eso los señalan los que los mandan a asesinar) y por eso se les da tratamiento como si fueran muertes de segunda o tercera categoría.

Otro sería el ambiente si quienes estuvieran llegando a la funeraria del pueblo fueran comerciantes, campesinos, empleados o personas con algún reconocimiento social.

En el origen del escalamiento de la violencia coinciden todas las fuentes consultadas: gobernación de Antioquia, alcaldía de Yarumal, Policía, habitantes del pueblo y miembros del bajo mundo: en el municipio hay un intento de reestructuración criminal del microtráfico, que el Clan del Golfo quiere impedir.

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Recientemente, nuevas personas, algunos miembros de otros grupos delincuenciales y otros emprendedores por su propia cuenta, han intentado incursionar en el tráfico de estupefacientes en el municipio y se han encontrado con la muerte a manos del Clan del Golfo que no está dispuesto a perder el monopolio de las rentas ilegales del municipio.

Yarumal es un pueblo estratégicamente bien ubicado. Esa descripción, que en cualquier otra parte del mundo estaría relacionada con desarrollo y bonanza económica, en Colombia es una sentencia de violencia y lucha entre grupos criminales. Es un puerto seco en la frontera entre la zona andina y la planicie que conduce a la Costa Atlántica. Es la puerta de entrada al Bajo Cauca, la capital y el centro económico de una región pobre y violentada (¿empobrecida es como se dice ahora también?). Por eso es tan apetecida por los ilegales.

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De los 25 muertos no hay mucha información. Los reportes judiciales señalan a la mayoría de los asesinados como presuntamente miembros de alguna estructura criminal y como los motivos de la muerte un supuesto ajuste de cuentas pero no mucho más.

El pasado 10 de julio, por ejemplo, a Luis Alejandro Correa, de 24 años, lo asesinaron cuando estaba adentro de su casa en el barrio Medias Aguas viendo la semifinal de la Copa América entre Colombia y Uruguay. Sin embargo fue el último de los asesinatos, el ocurrido en un bar al lado del parque principal, el que llamó la atención de los medios, las autoridades y algunas organizaciones defensoras de derechos humanos, pues con ese se completaron cuatro homicidios en una misma semana.

Incluso, empezó a correr el rumor de que los criminales habían impuesto un toque de queda en algunos barrios del municipio y que se estaban trazando unas fronteras invisibles entre quienes hacían parte de los combos y los grupos ilegales.

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La alcaldía de Yarumal rápidamente publicó un comunicado desmintiendo los supuestos toques de queda, e incluso, para demostrarnos que allí no había nada parecido, nos llevó la semana pasada en un patrullaje nocturno con cuatro motocicletas de la Policía por algunos de los barrios más calientes del pueblo.

Sin embargo, sí es un hecho que en el pueblo hay un temor generalizado y que la vida nocturna y social está mermada, aunque casi nadie se atreva a hablar del tema, en buena medida porque la desconfianza en la Policía y en las autoridades es mucha: “Si se pone la denuncia uno no sabe si el policía colabora con la gente del Clan y queda uno ahí sacrificado”, dice un comerciante.

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Además, en condiciones normales no hay mucho que las autoridades puedan hacer para enfrentar a los criminales. Aunque en la última semana al pueblo llegaron casi 30 uniformados de refuerzo, en temporada normal, sin los ojos de la prensa, las oenegés y la comunidad encima, en Yarumal hay dos cuadrantes compuestos por cuatro policías, para cuidar un municipio de casi 50.000 habitantes y 724 kilómetros cuadrados, de los cuales apenas dos son urbanos.

Para hacerse una idea: Pereira tiene 702 kilómetros cuadrados, Manizales, 571 y Cartagena, 572. Además, buena parte de esa zona rural ha crecido cada año en cultivos de coca. Para el cierre del 2022 había, de acuerdo con datos del gobierno nacional, 125 hectáreas sembradas, el triple de lo que había en 2006, cuando se contabilizaron 40.

Esos refuerzos policiales consiguieron, al parecer, un golpe contundente en sus primeros días: el lunes pasado realizaron un allanamiento en el que capturaron a alias “Santiago” o “More”, quien supuestamente era el jefe de sicarios del Clan del Golfo en el pueblo y a alias “El Enano” y alias “Luis” que son señalados de sicariatos. Les incautaron dos armas de fuego, un proveedor, 30 cartuchos y tres celulares.

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Desde el día de ese allanamiento hasta el cierre de esta nota, en Yarumal no se han presentado nuevos homicidios.Pero los homicidios no es la única forma en que los ilegales tienen amedrentados a la población del norte de Antioquia. La extorsión silenciosa que lleva años normalizándose y expandiéndose entre todos los comerciantes del pueblo parece no tener fin.

Un contador (de plata) cuenta que sus clientes ya tienen institucionalizados el dinero de la vacuna como un gasto no deducible de impuestos en sus finanzas. Un comerciante que lleva 50 años haciendo negocios en el pueblo dice que si en Yarumal hay 1.000 comerciantes legalizados, hay 1.200 que pagan extorsión. A veces los criminales van y se paran al frente de los locales a esperar el pago, otras veces, cuando hay que negociar la cuota o el monto es muy alto, es el comerciante el que tiene que ir a una estación de gasolina en el sector de El 12, cerca a Puerto Valdivia.

Sin embargo, pasa como en el pueblo de Juanito Alimaña: “Todos lo comentan pero nadie ha visto nada”. La policía y la alcaldía en el pueblo dicen que aunque han escuchado sobre ese, que es el secreto peor guardado del pueblo, no tienen siquiera cómo iniciar una investigación porque nadie se atreve a denunciar.

“Nos dicen: ‘Todos sabemos que en tal parte nos están citando’, pero no nos aportan un teléfono, una investigación, un alias, una fotografía, que para ellos no significa nada, pero que para nosotros sería el punto de inicio de una investigación judicial con fuente no formal”, se queja Ana Carina Pérez, la asesora del municipio en temas de seguridad.

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Desde la Gobernación de Antioquia aseguran que no es un mal exclusivo de Yarumal, pues los alcaldes de Santa Rosa de Osos y Amalfi se quejan de lo mismo. En Amalfi, Nordeste, van 31 homicidios este año, un aumento del 520% comparado con el año anterior cuando iban 5. Solo en lo que va 2024, ya se superó el número de homicidios del 2022 (13) y 2023 (14).

Homicidios reportados en Colombia

El siguiente mapa, desarrollado por Esri Colombia, muestra información de homicidios reportados en Colombia por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.

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