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Las celebraciones navideñas en Antioquia han sido históricamente acompañadas por el uso de pólvora, una costumbre arraigada que, año tras año, deja un saldo preocupante de personas lesionadas. Para la temporada de 2025, se ha registrado un incremento notable en la cifra de quemados, superando con creces los datos de los últimos ocho años, según reportes recopilados hasta el 28 de diciembre. Antioquia cuenta con 136 personas afectadas por artefactos pirotécnicos, una cifra que causa alarma si se considera que en 2017, para esta misma fecha, solo se habían registrado 51 casos, y en 2021, los lesionados rondaban el centenar.
Lo que agrava aún más la situación es el impacto en menores de edad. De las personas lesionadas este año, 41 son menores de 18 años, lo cual pone en entredicho la efectividad de las leyes y sanciones que prohíben la venta y manipulación de pólvora a los jóvenes. Además, 13 personas han perdido alguna extremidad como resultado de estos accidentes. Medellín, la capital del departamento, concentra la mayoría de los casos con 61 lesionados, de los cuales 20 son menores y seis de ellos tienen menos de 11 años. La tendencia al alza también se evidencia en la ciudad: mientras en 2018 apenas se reportaban diez quemados, en 2025 las cifras se han multiplicado.
Las autoridades, conscientes de la gravedad, implementaron estrategias preventivas con campañas que procuraban desalentar el uso de pólvora, así como controles por parte de la Policía en vías y puntos de venta detectados. Sin embargo, estos esfuerzos no lograron frenar la circulación clandestina de artefactos pirotécnicos, como quedó demostrado en incautaciones de gran escala realizadas en municipios como La Ceja y El Peñol, donde se decomisaron cientos de kilos de pólvora y miles de elementos explosivos ocultos en viviendas y transportados en vehículos particulares con escasa seguridad.
Uno de los hechos que más evidenció las limitaciones de los operativos policiales ocurrió el 17 de diciembre en el estadio Atanasio Girardot, durante la final de la Copa Colombia, cuando a pesar de la incautación de 200 kilos de pólvora, dentro del estadio se detonaron grandes cantidades, dejando cinco heridos, dos de los cuales sufrieron amputaciones, según El Colombiano.
Desde el ámbito institucional, tanto la Gobernación de Antioquia como la Alcaldía de Medellín pusieron en marcha campañas pedagógicas dirigidas especialmente a la población joven. Ejemplo de esto es la iniciativa “Valentín Sin Pólvora”, lanzada el 24 de octubre, la cual incluyó videojuegos, guías didácticas y actividades lúdicas. Por su parte, la estrategia “Medellín es antipólvora, Medellín es como Vos” buscó, a partir de la publicidad y el trabajo comunitario, alertar sobre los peligros de estos productos.
Pese a la visibilidad de estas campañas, las cifras sugieren que su impacto ha sido insuficiente a corto plazo, y que persiste una alta tolerancia social, especialmente en el entorno familiar, hacia el uso recreativo de pólvora. Rita Almanza Payares, líder de epidemiología de la Secretaría de Salud de Medellín, subrayó la importancia del autocuidado y del acompañamiento familiar en la prevención, puntualizando que las campañas institucionales deben complementarse con el compromiso de padres y cuidadores. La Secretaría Seccional de Salud de Antioquia advirtió, además, sobre la tendencia creciente en la utilización de pólvora entre los jóvenes, muchas veces considerada un juego, razón por la cual continuarán reforzando la educación y la concienciación para romper esta peligrosa tradición.
¿Por qué es tan difícil erradicar el uso de pólvora durante la Navidad en Antioquia?
Esta pregunta surge de la preocupación permanente por los altos índices de quemados a pesar de campañas preventivas y controles estrictos. La arraigada tradición cultural hace que muchas familias normalicen el uso de pólvora en las festividades navideñas, dificultando la adopción de medidas de autocuidado y la protección de los menores. Las estrategias institucionales se enfrentan, entonces, a profundas costumbres sociales y comerciales, lo que exige intervenciones sostenidas y un cambio en la cultura colectiva para disminuir los daños generados por esta práctica.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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