El cacareo de las gallinas volvió a escucharse en el galpón de Jennifer Arango y su familia. Un camión cargado con 75 gallinas y dos bultos de cuido llegó hasta la vereda Ranchería de Rionegro (Antioquia) para devolverle la esperanza a la mujer que, el sábado pasado, había perdido la mayoría de sus aves por culpa de un globo cargado con pólvora que se las mató.

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Estoy demasiado feliz y las gallinas también lo están, van felices cacareando por el corral. Yo no me esperaba que pudiera recibir la ayuda tan rápido. Mi esposo y yo habíamos vendido en diciembre un carrito, un Mazda rojo, para poder montar nuestro negocio: eran todos nuestros ahorros. Cuando las gallinas se murieron, no sabía qué hacer y lloraba en las noches”, le relató Arango a EL COLOMBIANO.

Hacia las 8:30 de la noche del 14 de enero Jennifer, su esposo Julio y sus hijos Jimena, Salomé y Andy estaban acostados. A fuera de la finca empezaron a escucharse unas detonaciones de pólvora que, para la familia, en ese momento, no representó afectación.

Mientras tanto, en el galpón, sus gallinas asustadas trataban de escapar de lo que para ellas era una amenaza de vida. El radio que las acompañó durante toda la temporada decembrina, para distraerlas de las detonaciones de la pólvora, estaba apagado. La sensación de los animales es similar a la de estar en un incendio y no tener hacia donde correr.

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“Los animales tienen una capacidad de escucha más amplia que los humanos y las cosas que no son habituales para ellos los asustan o les dan curiosidad. En este caso, se asustaron, ellas buscaron escapar porque es el instinto de protegerse”, explicó Claudia Martínez Patiño, zootecnista de la Zakat Foundation of America.

A la mañana siguiente Julio se levantó a alimentar a sus gallinas y a recoger los huevos que pretendía vender entre sus vecinos. Lo que encontró fue un montón de plumas en el suelo y el cuerpo de 70 de sus gallinas: fallecieron infartadas, ahogadas y otras terminaron ahorcadas en el angeo del galpón. Solo 38 de sus animales lograron sobrevivir al miedo de la pólvora.

“El globo lo tiraron de la vereda La Mosquita, fuimos a hablar con el señor y dijo que los globos los tiraban en toda parte. Luego nos dijo que lo único que él podía aportar era cien mil pesos”, señaló la granjera.

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Las pérdidas económicas de la familia ascendieron a 2.200.000 pesos y la producción de los huevos quedó suspendida. Julio trabaja como podador de zonas verdes y los ingresos por sus labores no alcanzaban a cubrir los gastos familiares.

“El día más desolador fue el lunes (16 de enero) porque mis hijos llegaron con sus listas útiles escolares. Tres hojas súper largas. Y en el galpón no había gallinitas produciendo. Nosotros no sabíamos que hacer, porque esta es nuestra fuente de sustento. Toda la vida hemos vivido en el campo, acá en la vereda”, señaló Jennifer.

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La noticia del fallecimiento de los animales corrió rápido en el Oriente de Antioquia y llegó a oídos del movimiento Un Viejo Favor y de cien personas que se sumaron en la donación que se materializó en la mañana de este viernes.

“Esta familia necesitaba reactivar su emprendimiento de las gallinas y los huevitos para poder seguir saliendo adelante. Yo utilicé las redes y logramos conseguirles 75 gallinas ponedoras de 17 semanas y dos bultos de cuido para que alimenten los animalitos mientras empiezan a producir. Ya a la familia le queda el mensaje de hacer un favor, por pequeño que sea, cuando se lo pidan porque se le puede cambiar la vida a cualquier ser humano”, relató Santiago Jaramillo, director de Un Viejo Favor.

La meta ahora de Jennifer y su familia es consolidar su emprendimiento de gallinas ponedoras en su vereda y empezar a expandir su marca por todo el Oriente antioqueño.