Para los guerreristas, la posibilidad de una intervención militar para derrocar a Nicolás Maduro creció el miércoles con la invocación por parte de Estados Unidos y otra decena de países del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar), un pacto heredado de la Guerra Fría que podría legitimar el uso de la fuerza.

La solicitud de activar el Tiar vino de la oposición venezolana, dijo el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, en un comunicado retuiteado el jueves por Trump, en el que enfatizó la “amenaza” que supone Maduro para la región.

“Recientes movilizaciones beligerantes de militares venezolanos desplegados en la frontera con Colombia, así como la presencia de grupos armados ilegales y organizaciones terroristas en el territorio venezolano, demuestran que Nicolás Maduro no solo representa una amenaza para el pueblo venezolano, sino que además sus acciones ponen en riesgo la paz y la seguridad de los vecinos de Venezuela”, afirmó Pompeo.

Estados Unidos encabeza desde enero la presión internacional para sacar a Maduro, a quien tilda de “dictador” y culpa de la debacle económica de Venezuela, un país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo que ha dejado en los últimos años más de 4,3 millones de migrantes y refugiados, según la ONU.

Bolton, quien el año pasado acuñó la frase “Troika de la tiranía” para referirse a Venezuela, Nicaragua y Cuba, impulsó el endurecimiento de la política contra Maduro desde su llegada al Consejo de Seguridad Nacional (NSC en inglés) de la Casa Blanca en abril de 2018.

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La ofensiva de Washington incluye una vasta batería de sanciones económicas, entre ellas un embargo de facto al crudo de Venezuela, crucial para su economía, y el reconocimiento del líder opositor y jefe parlamentario Juan Guaidó como presidente interino, sin descartar nunca la intervención armada.

“Todas las opciones están sobre la mesa”, solía evocar Trump en tiempos de Bolton, el veterano “halcón” de célebre bigote y reveladora libreta de apuntes amarilla.

“¡Él me estaba frenando!”

Pero Bolton se fue antes de lograr un cambio de régimen en Caracas, donde Maduro sigue aferrado al poder con apoyo de las fuerzas armadas, Rusia y China.

Y su partida generó preocupación en el sur de Florida, bastión de los exiliados venezolanos en Estados Unidos, que apoyan al senador republicano Marco Rubio, descendiente de cubanos y artífice de la agresiva estrategia de Trump contra Maduro.

“La salida de Bolton podría indicar una flexibilización del control financiero y político que estaba tratando de diseñar, con poco éxito hasta ahora”, dijo el Miami Herald en un editorial el miércoles.

Ese mismo día Trump pareció confirmar esos temores de una postura más de “paloma”.

Yo estaba en desacuerdo con John Bolton en sus actitudes sobre Venezuela. Creo que se pasó de la raya. Y creo que he demostrado tener razón”, dijo en la Oficina Oval, sin precisar a qué se refería.

El mandatario, que busca la reelección en 2020, despejó las dudas el jueves al afirmar que sus puntos de vista sobre Venezuela y Cuba, su principal soporte, “eran mucho más fuertes” que la de Bolton.

“¡Él me estaba frenando!”, tuiteó Trump.

El presidente retuiteó a Rubio, presidente del subcomité de Relaciones Exteriores para el Hemisferio Occidental, quien negó firmemente que se avecine un tiempo de “palomas” en el Ala Oeste. “Si efectivamente la dirección de la política cambia, no será para debilitarla”, afirmó Rubio.

Para Michael Shifter, presidente del centro de reflexión Diálogo Interamericano, Trump “no quiere que nadie tenga la impresión de que es blando”, pero “es difícil” creer que presionará por una política más dura que Bolton.

“Espero que haya un Plan B más diplomático en la Casa Blanca para ayudar a restaurar democracia en Venezuela, pero soy escéptico”, dijo.

“Washington debe renunciar a una estrategia ideal en favor de una posible”, sentenció por su parte Michael Camillieri, exdirector de Asuntos Andinos en el NSC, en la revista Foreign Affairs.