Las casetas azules de Panmunjom, pueblo de la llamada Zona Desmilitarizada (DMZ) que divide la península, se convirtieron en el emblema de la tregua que puso fin a los combates de la Guerra de Corea (1950-53).

El lugar es un destino habitual para los líderes estadounidenses deseosos de mostrar su determinación frente al Norte.

Pero ahora soldados norcoreanos desplegados en la zona muestran su entusiasmo por la inédita reunión celebrada este martes en Singapur entre su comandante en jefe, Kim Jong Un, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

“En el pasado tuvimos sentimientos negativos hacia las tropas del otro lado”, explica el teniente coronel Hwang Myong Jin. “Pero debemos ser amigos de quienes nos tratan con buena voluntad y quieren mejorar las relaciones, y emprender el mismo camino cogidos de la mano, a pesar de nuestra historia”.

El teniente coronel Hwang ve la cumbre en la que Kim y Trump se dieron un apretón de manos con un a priori “positivo”.

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Paladas simbólicas

“En el pasado nuestra república estuvo atenazada por las grandes potencias. Pero hoy mostramos nuestra dignidad como nación independiente al mundo entero”, dijo.

Muestra con entusiasmo el pino plantado simbólicamente por su dirigente y el presidente surcoreano Moon Jae-in durante su primera cumbre a finales de abril. Con guantes blancos, los dos mandatarios echaron varias paladas de tierra procedente del Monte Paektu, un lugar sagrado para los norcoreanos, y del Monte Halla, en la isla surcoreana de Jeju.

“Al principio sentí mucho nerviosismo respecto a la cumbre”, recuerda el oficial. “Nuestro líder supremo iba a pasar al Sur, del lado peligroso de la frontera”.

Pero cuando Kim tomó al presidente surcoreano de la mano para que cruzara simbólicamente la línea de demarcación algunos metros, para una breve incursión en el Norte, “pensé que el día de la reunificación estaba cerca”, dijo el teniente coronel.

Tales manifestaciones de optimismo hubiesen sido inimaginables hace apenas unos meses.

Corea del Norte afirma haber ganado el conflicto, que llama la “Gran guerra de liberación de la madre patria”.

Del lado norte de la DMZ, una placa conmemora una visita efectuada en 2012 por Kim Jong Un, quien “nos dio una lección preciosa: este sitio es un lugar histórico donde los invasores estadounidenses se arrodillaron ante nuestro pueblo para firmar su rendición. Nuestras generaciones futuras vivirán en una madre patria reunificada”.

“El camino de la paz”

El Norte subraya constantemente la importancia de reunificar una península dividida por Estados Unidos y la Unión Soviética al final de la Segunda Guerra Mundial. Su invasión en 1950 fue un intento de hacer la unión por la fuerza.

Desde entonces, el sur democrático y capitalista se alzó hasta el rango de undécima economía mundial.

Corea del Norte sufrió en cambio de pleno el azote del hundimiento de la Unión Soviética, sin mencionar las múltiples tandas de sanciones adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU para castigar sus ambiciones nucleares.

Durante un viaje anterior a la DMZ, el escolta de la AFP explicó que la “verdadera naturaleza” de Estados Unidos era “bloquear la ruta hacia la paz”.

“Como soldado”, dijo el oficial, “creo solo en expulsar a Estados Unidos del sur en cuanto sea posible y unificar nuestra nación”.

Ante la principal estación de trenes de Pyongyang, una gran pantalla que difunde generalmente imágenes de maniobras militares y disparos de misiles mostraba fotos de infraestructuras y proyectos agrícolas.

En la librería del lobby del Yanggakdo, el principal hotel para turistas, las postales de propaganda antiestadounidense, en las que se ven misiles apuntando a Estados Unidos, seguían por el contrario ocupando un lugar destacado.