Los senadores de la bancada de Morales —que siguen siendo mayoría en el legislativo encargado de llenar el vacío de poder que dejó el exmandatario de 60 años— demandaron en La Paz garantías de seguridad para presentarse en la sesión.

Los parlamentarios fueron convocados para ratificar la renuncia de Morales y designar presidenta interina a Jeanine Añez, segunda vicepresidenta del Senado, ante la dimisión en bloque de los altos cargos leales al líder indígena que la precedían en la línea de sucesión.

“Ésta es la intención, espero que podamos conseguirlo. No podemos estar en desgobierno”, dijo Añez, que se posesionó este mismo martes.

En Bolivia, en ausencia del presidente, la Constitución establece que la sucesión recae primero en el vicepresidente, luego en el titular del Senado y después en el jefe de la Cámara de Diputados, pero todos ellos renunciaron también.

Entre tanto, Morales llegó refugiado a México tras fracasar su intento de mantenerse en la presidencia por más de 13 años mediante elecciones consideradas irregulares por la oposición y observadores de la OEA.

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Nuevas elecciones

Las calles de La Paz despertaron el martes paralizadas, sin transporte público y el servicio de teleférico, básico para la movilidad de la ciudad, detenido.

Ello dificultó que senadores procedentes de otras partes del país consiguiesen llegar a La Paz.

Añez, de 52 años, dijo estar confiada en que el Senado conseguirá reunir a 19 de los 36 escaños necesarios para poder llevar a cabo la sesión, ya que “parlamentarios del MAS también están dispuestos a que esta incertidumbre, a que este vandalismo y la inestabilidad en el país se termine”.

“Tenemos ya un calendario. La población grita por que el 22 de enero tengamos ya un presidente electo“, dijo el lunes a la prensa Añez, evocando la fecha prevista para la toma de posesión presidencial.

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Militares a las calles

El lunes grupos de descontentos desataron la violencia en Cochabamba (centro) y El Alto, ciudad vecina de La Paz, donde quemaron unidades policiales, e hirieron a uniformados y civiles.

Al final del lunes, centenares de partidarios de Morales que llegaron a La Paz desde El Alto, protestaban frente a la casa de gobierno.

La policía de La Paz, desbordada, pidió apoyo a los militares, que respondieron al llamado y anunciaron operaciones conjuntas.

El exmandatario aymara renunció el domingo, horas después de convocar a nuevas elecciones ante las “graves” irregularidades denunciadas por los observadores de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en los comicios.

Los militares, la policía y la oposición le exigieron dejar el puesto que ocupaba desde 2006 y en el que se reeligió tras sucesivas reformas constitucionales y pese a un referéndum adverso.

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¿Golpe o farsa electoral?

Bolivia vive sumida en un vacío de poder desde el domingo cuando Morales dimitió en medio de fuertes presiones de la calle, de las fuerzas de seguridad y sindicales, y en el clima de violencia desde los comicios del pasado 20 de octubre.

Ese día la oposición denunció un fraude electoral por la interrupción abrupta de la publicación de los resultados del escrutinio de conteo rápido en momentos en que comenzaban a anticipar una segunda vuelta, creándose una situación de facto en Bolivia a partir de aquel momento.

Morales, sus seguidores del Movimiento al Socialismo (MAS) y varios países de América Latina —entre ellos México, el gobierno electo de Argentina, Cuba, Venezuela y Uruguay— denunciaron como un “golpe de Estado” las presiones de militares contra el mandatario acusado de fraude electoral.

El presidente de Estados Unidos Donald Trump dijo en cambio que la salida de Morales envió “una fuerte señal” a los gobiernos “ilegítimos” de Venezuela y Nicaragua.

Brasil también rechazó la tesis del golpe. “La repulsión popular luego de la tentativa de farsa electoral constatada por la OEA, que favorecía a Evo Morales, produjo su deslegitimación como presidente y por consiguiente el clamor de varios sectores de la sociedad boliviana por su renuncia”, indicó la cancillería en Brasilia.