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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 31, 2025 - 11:15 am
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Los estudiantes, líderes de la protesta, exigen la convocatoria de elecciones con el objetivo de formar, si ganan, un gobierno de tecnócratas que reforme el país. Lo hacen un año después de la trágica muerte de 16 personas de Novi Sad, causada por el colapso de una parte de la estación ferroviaria de esta ciudad serbia, supuestamente recién renovada por empresas chinas. Un episodio que ha visibilizado una crisis de múltiples dimensiones que se venía gestando desde hace años en el país balcánico y que ha provocado las mayores movilizaciones ciudadanas contra la corrupción y el Gobierno en décadas.

Ognjen Radonjić recibió con enorme disgusto la noticia de que la marquesina de la estación ferroviaria de la ciudad serbia de Novi Sad, supuestamente renovada poco antes por el consorcio chino CRIC‑CCCC, se había desplomado repentinamente.

“Ese accidente fue una evidencia tan clara de que la corrupción sí mata”

El hecho terminó dramáticamente, hace un año, con la vida de 16 personas y desató desde entonces la más multitudinaria movilización ciudadana continuada, liderada por los estudiantes, contra el Gobierno en Serbia.

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“Ese accidente fue una evidencia tan clara de que la corrupción sí mata”, afirma este profesor universitario y coautor de un reciente informe, basado en 22.000 documentos (entre otros, contratos comerciales, licencias públicas, testimonios, estudios técnicos y grabaciones de video), en el que se detallan las violaciones del marco legal, la mala gestión y el empleo dudoso de millones de euros que, con el conocimiento de las autoridades hasta su máximo nivel, llevaron al accidente.

En el centro de la capital serbia, a poca distancia de la Facultad de Filosofía de Belgrado, el profesor Radonjić explica cómo la crisis, de múltiples dimensiones–políticas, económicas y culturales– se incubaba desde hace años, pero afloró a partir de ese trágico 1 de noviembre de 2024. 

“Nuestra investigación aún no ha terminado, pero lo que hemos descubierto hasta ahora es todo tipo de corrupción, incluida una especie de estafa Ponzi. Prácticamente, las autoridades entregaron la obra a un consorcio chino, que subcontrató la renovación de la estación a otras empresas chinas, y estas a su vez subcontrataron a compañías serbias. Así, la renovación de la estación ferroviaria pasó de costar 4,7 millones a 16 millones”, añade.

El informe de este economista fue realizado junto a otros catorce catedráticos y presentado en octubre ante el Parlamento serbio y la Eurocámara. “También tenemos pruebas de que el presidente Aleksandar Vučić había sido informado e incluso pidió acelerar en la construcción de la renovación de la estación, algo que siempre es peligroso”, subraya Radonjić.

Han pasado doce meses desde aquel accidente, que, según Radonjić, está en gran parte en el origen de la crisis que vive el país. Las autoridades del presidente Aleksandar Vučić, el “hombre fuerte” de Serbia en los últimos ocho años (12, si se cuenta su etapa de primer ministro), desbordadas por las movilizaciones, intentaron todo tipo de estratagemas para calmar a los manifestantes. Entre ellas, indultar a estudiantes detenidos, ofrecer a los jóvenes préstamos hipotecarios favorables y acusarlos de ser “terroristas” y marionetas de la Unión Europea. 

La violencia también ha ido en aumento. Tan solo el pasado agosto una protesta en Belgrado acabó en una batalla campal entre la Policía y los manifestantes y hace poco más de una semana se registró un violento tiroteo delante del Parlamento serbio, donde desde hace meses hay instalado un improvisado campamento de seguidores de Vučić.

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Desafío en curso

Pero ni las variadas técnicas de represión gubernamental a medios y activistas–incluyendo los cerca de 1.000 arrestados desde junio, según organizaciones no gubernamentales– han frenado la protesta.

Las movilizaciones pacíficas continúan día tras día, también englobando a otros colectivos. Entre ellos, representantes de la minoría musulmana de este país de mayoría ortodoxa. Y los estudiantes aseguran que “no se detendrán” hasta que sus demandas sean atendidas, como afirma Kosta, un universitario de 26 años de Novi Sad y uno de los representantes de los estudiantes. “Seguiremos luchando”, remarca.

“Lo que queremos es un gobierno que reforme el país, para luego volver a celebrar elecciones”

Los manifestantes piden profundos cambios institucionales para acabar con el nepotismo, la corrupción y lograr una democracia más avanzada. Pero ahora también exigen elecciones y un cambio de Gobierno. Por eso, ha nacido una lista cívica con la que pretenden presentarse a las próximas elecciones, que quieren que se celebren lo antes posible, para crear, si ganan, un gobierno de tecnócratas.

“Lo que queremos es un gobierno que reforme el país, para luego volver a celebrar elecciones”, afirma Kosta, al precisar que él ha prácticamente puesto “en pausa” su vida para dedicarse a las movilizaciones.

Una lista que, según una encuesta realizada por el instituto serbio CRTA, ya cuenta con el apoyo del 44 % de los ciudadanos serbios, frente a apenas el 32% que hoy, si se celebraran elecciones de inmediato, votarían al partido de Vučić, lo que también refleja el cambio que está viviendo la sociedad serbia.

“El tablero político serbio se ha transformado. Hace un año teníamos tres grupos separados en nuestra sociedad. Estaban los que apoyaban a los partidos gobernantes, los que apoyaban a los partidos de la oposición y el grupo más grande eran los indecisos, que sumaban casi el 50 %. Hoy los indecisos son apenas el 20 % y están solo los que quieren un cambio y los que no”, indica Vojislav Mihailović, investigador de CRTA.

El experto añade que eso, quizás, explique por qué la brutalidad de la Policía aumentó después de que los estudiantes anunciaran la creación de su lista.

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Camino cuesta arriba

El camino, sin embargo, parece aún cuesta arriba, como señala también el balcanólogo Miguel Roán. De momento, el resultado de estas movilizaciones es “ambivalente”, señala Roán.

“Por un lado, hay una nueva generación política que se siente liberada de las derrotas del pasado, que se siente comprometida con los asuntos públicos, desacomplejada. También han conseguido vertebrar la movilización más allá de Belgrado, donde se habían concentrado las protestas anteriores. Y eso representa un marco de esperanza respecto al pasado, donde la sociedad estaba caracterizada por la apatía”, argumenta.

Pero esa es solo una parte de la historia, según este experto. “Porque la movilización no ha logrado tener un representante político que aglutine toda esa masa crítica y, al mismo tiempo, tampoco es válido para dialogar con la comunidad internacional, con la Unión Europea, EE. UU., Rusia, China, y eso es importante”, añade Roán, al advertir que es probable que de aquí en adelante los estudiantes mantengan su pulso frente al Gobierno y que este último usará su control sobre los medios para promover sus razones.

“La estrategia (gubernamental), que es la habitual, es intentar que se desinflen, por agotamiento”, puntualiza.

Aun así, la economista Aleksandra Tomanić pone como ejemplo del nerviosismo del Gobierno las elecciones municipales del pasado verano, en las que Vučić se presentó con su lista No entregaremos Serbia.

“En esas elecciones, que se celebraron en dos localidades relativamente pequeñas, el sistema de Vučić tuvo que poner en marcha todos sus fraudulentos mecanismos, invertir muchísimo dinero y también amenazar (a los votantes), para hacerse con la victoria”, afirma Tomanić.

“E incluso así, en una localidad las elecciones tuvieron que repetirse (…) Por eso no diría que fuera una gran victoria”, argumenta.

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Giros geopolíticos

Aparte está el sentimiento de apoyo de la Unión Europea (Serbia es un país candidato). Pero el respaldo a la protesta ha ido disminuyendo debido al tímido sostén que las autoridades europeas han dado a los manifestantes, como señala el analista Mihailović.

El estudiante Kosta argumenta que “la Unión Europea se presenta a sí misma como una potencia democrática y un lugar donde la democracia es más fuerte. Y por eso esperamos su apoyo, porque aquí no estamos pidiendo nada especial. Queremos instituciones normales y creo que esos son valores europeos. También queremos una Serbia más verde; esos también son valores europeos. Queremos una Serbia que funcione, y eso creo que a la UE le debería interesar”.

Aunque quizás está cambiando también en Bruselas. De hecho, el pasado 22 de octubre, el Parlamento Europeo, por primera vez, pronunció palabras inusualmente duras contra el Gobierno de Vučić, las primeras tan contundentes desde el inicio de la protesta. En una resolución aprobada con 457 votos a favor, se denunció que “turbas progubernamentales y delincuentes condenados han sido protegidos por la Policía durante contramanifestaciones violentas, mientras que personalidades de la oposición, estudiantes y diputados al Parlamento de Serbia han sido golpeados y secuestrados por policías de paisano”.

Además, la resolución también condenó “las campañas de difamación contra los opositores y la propaganda contraria a la UE o prorrusa, ampliamente difundida a través de los medios de comunicación que controla el Gobierno” y el despliegue, incluso, de la unidad militar de élite Cobras “para responder a enfrentamientos internos, llegando incluso a disparar munición real en una ocasión”.

Asimismo, criticó la “vigilancia ilegal contra los manifestantes, por ejemplo mediante el uso de Pegasus, Cellebrite y NoviSpy”. Más aun, los europarlamentarios señalaron un aumento, que suscita “preocupación por la transparencia” de la presencia e influencia de China a través de “inversiones en infraestructuras a gran escala”.

“Lo irónico es que los de Vučić le han llegado a decir a la UE que detrás de las protestas está Rusia, mientras que internamente afirman que es la UE quien las alimenta”, confiesa una fuente, al recordar también que Rusia ha abiertamente criticado a las protestas. 

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Periodistas en la mira

En este contexto, muchos se esperan que Vučić resista en la mayor medida posible porque su poder aún es “sólido” tras años de moldear un sistema que responde a él y que está arraigado en las entrañas de las instituciones, como señala Vuk Cvijić, un conocido periodista de investigación serbio y reportero del semanario ‘Radar’.

Cvijić pone el ejemplo de los manifestantes del campamento improvisado de supuestos partidarios de Vučić delante del Parlamento. “Gente entre los cuales también están personas conocidas por su participación en escenarios donde se cometieron crímenes de guerra durante las guerras de los noventa (por la disolución de la ex Yugoslavia), presuntos criminales y personas vinculadas a aparatos del Estado”, sostiene Cvijić, autor de una investigación periodística sobre el lugar y quien también sufrió dos agresiones por parte de la Policía desde que las protestas iniciaron.

Un asunto, este último, sobre el que también ha intervenido recientemente el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) y la Asociación Independiente de Periodistas de Serbia, que han respaldado cientos de denuncias de golpizas, malos tratos, intimidaciones y amenazas de distintos tipos contra reporteros de la nación.

“Actualmente, Serbia es el país de la UE y países candidatos (a entrar en el club comunitario) que más nos preocupa. Lo alarmante es que son ya varios meses de violencia y que muchos de estos periodistas han sido retratados como ‘traidores’ o ‘terroristas’, e incluso atacados directamente por Vučić en sus mensajes públicos”, explica Attila Mong, representante para Europa del CPJ.

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