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El presidente interino sirio Ahmed al-Sharaa llegó a la capital rusa a mediodía del miércoles 15 de octubre para una visita de trabajo y un encuentro con su homólogo ruso. Se trata de su primera visita al país desde el derrocamiento, en diciembre de 2024, del antiguo líder sirio y aliado de Moscú, Bashar al-Asad. Esto ocurre mientras este último ha encontrado refugio en la capital rusa.
Por Anissa El Jabri, corresponsal de RFI en Moscú,
Sin imágenes robadas, y mucho menos declaraciones: bajo protección en la capital rusa, Bashar al-Asad es invisible. La propia prensa señaló el martes por la noche que, a finales de septiembre, un tribunal sirio dictó una orden de detención contra él. En particular, cita la acusación de “asesinato premeditado y tortura con resultado de muerte”. Por lo demás, silencio. La reunión podría celebrarse en un formato totalmente cerrado a la prensa, sin siquiera una declaración conjunta.
Según un responsable gubernamental sirio a la AFP, Ahmed al-Sharaa pedirá a Moscú que entregue al derrocado líder Bashar al-Asad “así como a todos aquellos que han cometido crímenes de guerra y se encuentran en Rusia”. Es difícil imaginar que el Kremlin acceda a esta petición.




La línea ya se fijó el pasado mes de diciembre a través del jefe de la diplomacia rusa: “Se ha concedido asilo a Bashar al-Asad por razones puramente humanitarias”, ya que él y sus allegados estaban, según Serguéi Lavrov, “amenazados de aniquilación física “. Entregar al líder sirio derrocado supondría también para Moscú un grave menoscabo de su credibilidad como protector de otros regímenes con los que se han firmado acuerdos de seguridad.
Esta protección rusa no se limita a Bashar al-Asad y su familia. Según una fuente del periódico en el exilio Novaya Gazeta, “cerca de un millar de sirios huyeron el pasado mes de diciembre a Rusia”. Se trataría de ex militares y ex responsables de los servicios de inteligencia, algunos de los cuales también figuran en la lista internacional de personas buscadas.
Negociaciones secretas
Sin embargo, este tema no ha impedido las relaciones, y desde hace mucho tiempo. La caída de Bashar al-Asad, por ejemplo, también se negoció con Moscú. En una entrevista publicada el 12 de septiembre, Ahmed al-Sharaa reveló que se habían celebrado negociaciones secretas durante la ofensiva de sus fuerzas el pasado mes de diciembre: “Rusia se mantuvo al margen del combate (…) en el marco de un acuerdo alcanzado entre nosotros”, declaró. El líder sirio se cuidó de precisar que sus fuerzas “habían evitado atacar la base aérea rusa de Hmeimim”, situada en la costa mediterránea siria.
Estos contactos, que se han mantenido a lo largo del tiempo, se ven facilitados por costumbres muy arraigadas, ya que los vínculos entre la Unión Soviética y, posteriormente, Rusia y Siria se remontan a décadas de relaciones. Existe una diáspora siria en Rusia y matrimonios ruso-sirios. Símbolo de estos vínculos: Maher al-Sharaa. El hermano del nuevo líder sirio y actual secretario general de la administración presidencial siria estudió medicina y luego ejerció como ginecólogo durante 25 años en Vorónezh, una ciudad cuartel en la frontera con Ucrania.
De la cumbre de este miércoles se espera que se oficialicen las nuevas relaciones entre ambos países y, tal vez, que se den al menos algunas pistas, si no un contorno relativamente preciso, del papel que desempeñará Rusia en Siria en esta nueva situación.
“Queremos restaurar y redefinir de una nueva forma la naturaleza de estas relaciones (bilaterales), para que Siria disfrute de su independencia, su soberanía, su unidad y su integridad territorial”, dijo el mandatario sirio en el encuentro con Putin, transmitido en televisión.
Sharaa destacó “los intereses comunes” entre ambos países y el hecho de que parte del suministro de alimentos de Siria depende de la producción rusa.
“En todas estas décadas, hemos estado siempre guiados por una sola cosa: el interés del pueblo sirio”, sostuvo Putin.
Según el Kremlin, el orden del día incluye sus dos bases militares y la cooperación económica. A cambio de mantener su presencia militar en un formato aún por definir, Rusia podría, por ejemplo, sellar un acuerdo de apoyo económico. La primavera pasada ya envió petróleo, gasóleo y trigo a Siria. Y, según Reuters, la empresa rusa Goznak, sujeta a sanciones británicas, europeas y estadounidenses, mantendrá el mercado de impresión de billetes sirios.
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