En la 29ª edición de los premios Ig Nobel, que celebran el lado inusual y cómico de la ciencia, investigadores japoneses se llevaron el premio en química al medir el volumen de saliva de niños de cinco años. Por otro lado, los que cuantificaron el placer de rascarse la picazón fueron destacados con el premio de paz, que también se puede interpretar como premio a la tranquilidad al traducirlo del inglés.

El mayor honor en la categoría de anatomía fue para Roger Mieusset, Louis Boujan y Bourras Bengoudifa por su estudio que mide la asimetría en la temperatura del escroto en carteros que van desnudos y aquellos que van vestidos en Francia. Mieusset, experto en medicina reproductiva de la Universidad de Toulouse, es el inventor de un calzoncillo térmico que en algunas condiciones funciona como anticonceptivo.

Iman Farahbakhsh, de Irán, ganó el premio de ingeniería por una máquina que cambia pañales de bebé y que fue patentada en Estados Unidos el año pasado. Silvano Gallus se llevó el premio de medicina por recolectar pruebas de que la pizza puede proteger contra enfermedades y la muerte, pero solo si es fabricada y comida en Italia.

El premio de educación médica fue entregado a holandeses que aplicaron exitosamente un entrenamiento para perros a cirujanos ortopédicos. El premio económico, por su parte, fue entregado a un grupo que identificó de qué país son los billetes que engendran y transmiten más bacterias peligrosas.

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En cuanto a física, los científicos premiados determinaron por qué los wombats defecan en forma de cubo, mientras que en psicología lograron determinar por qué mantener un bolígrafo en la boca hace sonreír, lo que hace sentir feliz a la gente, antes de darse cuenta de que en realidad no es así.

Como cada año, los premios fueron presentados por verdaderos ganadores de los Nobel. Cuatro de ellos asistieron a la ceremonia de este jueves. Los ganadores recibieron 10 billones en efectivo en dinero de Zimbabue, prácticamente sin valor. Además, tenían 60 segundos para pronunciar un discurso. Si se pasaban del tiempo, eran interrumpidos por una niña de ocho años que repetía hasta que se callaran “por favor para, estoy aburrida”.

Marc Abrahams, editor de la revista ‘Anales de Investigaciones Improbables’, debía cerrar la ceremonia con estas palabras: “Si no has ganado un premio Ig Nobel esta noche -y especialmente si lo ganaste- te deseo más suerte el próximo año”.