El asesinato de un niño de once años a manos de su compañero de clase, un año menor, se registró el domingo pasado en una tienda que alquila consolas y videojuegos. El menor agresor se molestó porque el otro niño, identificado como Samuel, de 11 años, le ganó una partida.

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El niño perdedor fue a su casa, tomó una pistola de sus familiares y regresó al local para dispararle en la cabeza al que le había ganado, informaron las autoridades.

“Lo único que pido es que me ayuden a hacer justicia, porque mi hijo murió por culpa de los padres de ese niño que mató a mi hijo, porque es una falta de responsabilidad dejar una pistola en la mesa como si fueran cosas de comer”, dijo a la prensa Leticia, la madre del niño fallecido, durante el sepelio del martes.
El gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, calificó como “triste” el hecho de que un niño tenga acceso a un arma. “Tiene que actuarse apegado a derechos para ver las responsabilidades por el arma, porque, sin duda, hay responsabilidades”, dijo el lunes.

Si bien la actitud de los padres de portar armas y dejarlas sin cuidado al alcance de los niños resulta reprochable, es aún más sorprendente la capacidad del menor de resolver con semejante grado de violencia el malestar que le produjo la derrota en un juego. El niño agresor y su familia huyeron.

Veracruz es uno de los estados más violentos de México por las disputas entre narcotraficantes y de estos con fuerzas de seguridad del Estado.

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Desde 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón lanzó una ofensiva antidrogas, se han registrado unos 340.000 asesinatos y decenas de miles desaparecidos, la mayoría atribuidos al crimen organizado.

A comienzos de enero, en Estados Unidos, un niño de seis años disparó contra su maestra en una escuela del estado de Virginia, hiriéndola de gravedad.