Peyton tuvo que ser trasladada de Crescent Beach a un hospital de la zona, donde le dieron 40 puntos de sutura.

Los padres de la niña se hallaban en la playa cuando oyeron los gritos de su hija y pensaron que se trataba de una medusa que le había picado en el agua, pero pronto vieron la sangre y comprendieron que se trataba de algo más grave.

“Salía sangre de su mano y comencé a decir ‘¿qué está pasando?’, y, al salir ella del agua, vi que salía mucha más sangre de la mitad inferior de sus piernas”, contó el padre, Steve Shields.

De inmediato, los padres de la niña presionaron las heridas con una toalla y llamaron a la línea de emergencia 911.

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La menor fue trasladada al Flagler Hospital, donde los facultativos cerraron sus heridas con numerosos puntos de sutura.

Pese a que en el momento del ataque del tiburón había más niños bañándose, Shields fue la única a la que mordió.

El Archivo Internacional de Ataques de Tiburones (ISAF), una entidad de la Universidad de Florida en Gainesville, investigó 130 incidentes entre humanos y tiburones en 2018 en EE. UU., de los cuales catalogó 66 como no provocados, una cifra inferior a los 84 registrados en promedio anualmente en el periodo 2013-2017.

La disminución del número de ataques no provocados fue especialmente significativa en Florida, donde la media anual fue de 30 casos en el periodo 2013-2017.

Esto se pudo deber, aunque no está recogido en el informe, a que en el verano de 2018 hubo una persistente contaminación por algas tanto en la costa floridana del Golfo de México como en la del Atlántico, lo que no invitaba a meterse en el mar.