Escrito por:  Redacción Mundo
Nov 30, 2023 - 5:01 am

Para algunos fue un intelectual brillante y un gran estadista; para otros, un cínico arrogante, e incluso un criminal de guerra. En todo caso, Henry Kissinger se hizo el diplomático más famoso del siglo XX. El que fuera consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado de los presidentes estadounidenses Richard Nixon (1969-1974) y Gerald Ford (1974-1977) llevaba décadas alejado de la primera línea política, pero proyectó su larga sombra en muchos ámbitos, hasta este miércoles, cunando murió a los cien años.

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A pesar de haber soplado cien velas el pasado mayo, Kissinger seguía dando con sorprendente lucidez sus opiniones sobre el mundo actual, con temas tan dispares como la guerra de Ucrania o la Inteligencia Artificial. Muchos lo seguían escuchando con gran atención por ser una autoridad en las relaciones internacionales; pero, para otros, lo que el centenario Kissinger buscaba era limpiar el cuestionado historial que dejó cuando fue uno de los hombres más poderosos del mundo.

Y es que durante la década de los 70, Kissinger diseñó una política exterior de Estados Unidos tan pragmática que no dejaba espacio para las consideraciones morales. Se le recordará por su respaldo a dictaduras como las de Argentina entre 1976 y 1983 y los últimos años del régimen de Francisco Franco en España (terminado con la muerte del líder en 1975).

También, por su papel en la Operación Cóndor para reprimir a opositores latinoamericanos de izquierda y comunistas o su apoyo al golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973. “No podemos permitir que Chile se vaya a las alcantarillas”, llegó a decir en 1970. Convencido de que el objetivo primordial era aislar a la Unión Soviética, Kissinger abogó por el derrocamiento de los gobiernos que se inclinaban a la izquierda, sobre todo en Chile y Argentina.

En un memorándum desclasificado que mostraba sus cálculos fríos, Kissinger dijo que el presidente socialista de Chile, Salvador Allende, ofreció un modelo “insidioso” al mostrar que un gobierno electo de izquierda podría funcionar. “A Kissinger no le molestaban las dictaduras. De hecho, le gustaban si estaban del lado de Estados Unidos y mantenían el comunismo fuera de América Latina”, explicó recientemente a EFE Mario del Pero, historiador de Sciences Po en París y autor de la biografía ‘The Eccentric Realist’.

Pero Kissinger fue asimismo el arquitecto de la política de distensión hacia la entonces Unión Soviética que cambió el rumbo de la Guerra Fría, el artífice de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos China y un personaje clave para frenar la proliferación nuclear. Kissinger alcanzó un alto el fuego en Vietnam en enero de 1973 a través de negociaciones en París y fue polémicamente cogalardonado con el Premio Nobel de la Paz junto con el representante de Hanói en esas conversaciones, Le Duc Tho, que se negó a aceptarlo.

Tampoco mostró reticencias a respaldar las invasiones cuando vio un mayor interés de Estados Unidos. Cuando Pakistán se desempeñó como intermediario secreto de China, ofreció cobertura diplomática a Islamabad mientras llevaba a cabo una campaña de asesinatos y violaciones masivas en Pakistán Oriental, que ganó la independencia como Bangladés. Kissinger dio luz verde explícita a Indonesia, aliado de la Guerra Fría, cuando se apoderaba de Timor Oriental, comenzando una brutal ocupación de 24 años.

Asimismo, apoyó tácitamente a Turquía mientras se apoderaba de un tercio de Chipre, buscando relaciones sólidas con el país estratégicamente ubicado y un equilibrio en su rivalidad con Grecia, otro miembro de la OTAN. Kissinger también lideró la participación encubierta de Estados Unidos en la guerra civil de Angola para contrarrestar a los aliados soviéticos y cubanos.

Kissinger sobrevivió al escándalo del Watergate y, tras su paso por la política, se mantuvo omnipresente en editoriales, libros, charlas y entrevistas para ensanchar un mito con el que muchos se han querido fotografiar, desde Hillary Clinton a Donald Trump, pasando por Vladímir Putin o Xi Jinping, a quien visitó en julio pasado. Pero el diplomático también invirtió mucho tiempo en refutar las duras críticas en su contra, algo que no toleraba. Siempre se dijo que tenía la “piel más fina” de la Administración.

En 2001, un ‘best seller’ del periodista Christopher Hitchens lo acusó de crímenes de guerra por sus actuaciones en Camboya, Timor Oriental o Chile; unas críticas impensables en los 70 cuando Kissinger era el hombre más popular del país. Aparecía en aquel entonces en portadas caracterizado como Superman, salía con estrellas de Hollywood sin ser particularmente atractivo y eclipsaba al mismísimo presidente. Quizás, a partir de su propia experiencia, expresó una de sus frases más célebres en 1970: “El poder es el máximo afrodisíaco”.

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