Los cielos de Egipto fueron atravesados este domingo por cientos de jets privados que utilizaron los líderes mundiales para llegar a Sharm El Sheikh, la ciudad que acoge las conversaciones climáticas hasta el 18 de noviembre. En la anterior cumbre climática, celebrada el pasado año en Escocia, se estima que se desplazaron un total de 400 jets privados para transportar a unas mil autoridades internacionales.

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El hecho funciona para recordar el papel del transporte aéreo en el cambio climático. Según el grupo activista europeo Transport and Environment, los aviones queman combustibles fósiles que no solo liberan emisiones de CO2, sino que también tienen otros fuertes efectos de calentamiento debido a los óxidos de nitrógeno (NOx), las estelas de vapor y la formación de nubes provocadas por la altitud a la que operan.

Durante los últimos diez años, el tráfico aéreo mundial ha crecido más del 5 % anual. En 2018, la aviación comercial fue responsable del 2,4% de las emisiones de CO2 debidas a los combustibles fósiles, según el Consejo Internacional para el Transporte Limpio.

El acuerdo de París insta a todos los estados a adoptar objetivos de reducción de emisiones “para toda la economía”, y aunque no menciona objetivos por sectores, el de transporte aéreo está cubierto por el acuerdo.

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Aunque muchas de esas empresas se han comprometido a reducir su huella utilizando, por ejemplo, combustibles limpios para reducir la cantidad de contaminantes liberados, o cambiando las rutas de vuelo para volar a menor altitud, donde se evita la formación de estelas, no todos parecen estar cumpliendo esas promesas. Así lo señaló un informe encargado por la organización climática Possible, y publicado en mayo.

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El estudio analizó el comportamiento de un grupo de aerolíneas americanas y europeas respecto a objetivos climáticos que ellas aceptaron entre 2000 y 2021. Los investigadores encontraron varios obstáculos en su análisis: las definiciones de las metas fueron poco claras y el monitoreo opaco.

Por ejemplo, en 2007 una de las aerolíneas se propuso reducir las emisiones de CO2 en un 30% para 2020, pero cuando llegó ese año la compañía no mencionó nada de esa meta en su informe anual y un año después se propuso, de nuevo, reducir sus emisiones, pero ahora en un 15% y para 2026.

“Concluimos que el establecimiento de objetivos parece funcionar principalmente como una táctica para dar una impresión de progreso y acción para abordar los impactos ambientales de la aviación al público y a los formuladores de políticas, a fin de evitar cualquier barrera al crecimiento continuo de la industria”, señalan los investigadores.

Incluso si se hubieran cumplido, los objetivos carecieron de ambición, dice el informe. El incumplimiento de las metas no enfrentó consecuencias, dado que desde el principio fueron voluntarias. Y las autoridades, dice el estudio, no tienen capacidad de monitoreo.

La COP27 se realizará en Egipto hasta el próximo 18 de noviembre.