Este lunes, Jair Bolsonaro intentó comer en un lujoso restaurante de la ciudad de Nueva York, donde se lleva a cabo la Asamblea General de la ONU, pero terminó comiendo, junto a sus colaboradores, pizza en la calle. Todo debido a que el mandatario todavía no se ha vacunado contra el coronavirus.

“Apoyamos la vacunación, sin embargo, nuestro gobierno está en contra del pasaporte sanitario o de cualquier obligación relacionada con la vacuna”, aseguró en la tribuna de la ONU.

Bolsonaro fue el primero en hablar en la Asamblea, como lo manda la tradición, tras el discurso de inauguración del secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

“Desde el principio de la pandemia apoyamos la autonomía del médico en busca del tratamiento precoz, siguiendo la recomendación del Consejo Federal de Medicina”, aseguró.

No obstante, informó que su gobierno distribuyó más de 260 millones de dosis de vacunas y más de 140 millones de brasileños -casi el 90 % de la población adulta- han recibido por lo menos la primera pauta. El 80 % de la población indígena está totalmente vacunada, aseguró.

“Hasta noviembre, todos los que elijan ser vacunados en Brasil, serán atendidos”, aseguró.

Muy criticado por su gestión de la pandemia, que se ha cobrado la vida de más de 590.000 brasileños, Bolsonaro alardeó de que será el “último de los brasileños” en vacunarse.

Esta actitud provocó la ira del alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, que la semana pasada requirió a todos los miembros de las delegaciones que asistan vacunados a la Asamblea General de la ONU, como la ciudad exige en cualquier actividad que se celebre en interiores.

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“Debemos enviar un mensaje a todos los líderes del mundo, incluido y muy particularmente a Bolsonaro, de Brasil, que el que quiera venir tiene que estar vacunado”, porque “todos deberíamos estar seguros juntos”, dijo de Blasio la víspera.

Jair Bolsonaro abogó por el tratamiento temprano contra el coronavirus pese a que no hay evidencias científicas de su utilidad. “Yo mismo lo recibí”, aseguró, refiriéndose a cuando contrajo coronavirus.

En su discurso, el presidente presentó la imagen de un Brasil idílico, “sin corrupción” y con la “credibilidad recuperada” y la mejor política medioambiental. En definitiva, “uno de los mejores países para invertir”.

“¿Qué país del mundo tiene una política de preservación ambiental como la nuestra?”, se preguntó, tras asegurar que la deforestación en la Amazonía cayó en agosto un 32 % con respecto al mismo mes del año pasado, pese a las evidencias de que durante su gobierno la tala de árboles ha ido en preocupante aumento en el pulmón del planeta.

Por último, tras reiterar su fe cristiana, aseguró que su país dará visados a los “cristianos afganos”, en particular a mujeres, niños o magistrados.