
En tiempos inmemoriales, para no perder tiempo, los barberos ejercían su oficio así: ponían a remojar en agua caliente la barba de un primer cliente, y, mientras lo afeitaban, empapaban la del siguiente. Ese procedimiento se elevó a la categoría de reflexión hasta llegar a la forma de refrán con una intención asertiva y persuasiva: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. Hoy sigue siendo de uso frecuente y puede aplicar en situaciones como la de Brasil —el vecino amenazado con aranceles por Donald Trump (el barbero) debido al juicio que se le sigue al expresidente Jair Bolsonaro— y Colombia, que podría correr la misma suerte por el proceso contra el expresidente Álvaro Uribe.
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La relación entre ambos juicios (el de Bolsonaro por intentar un golpe de Estado el del 8 de enero del 2023 y el de Uribe por presuntamente haber sobornado y manipulado testigos, y cuya sentencia se conocerá finalmente después de 13 años el próximo 28 de julio) la puso de manifiesto el senador republicano Bernie Moreno, después de que Trump calificara el proceso contra Bolsonaro como una “vergüenza internacional”, “una caza de brujas que debe terminar inmediatamente”, y decidió cobrar a Brasil un arancel del 50 % sobre todos sus productos, “debido en parte a los ataques insidiosos de Brasil a las elecciones libres y a los derechos fundamentales de la libertad de expresión de los estadounidenses […]”.
Moreno compartió esa noticia y comentó: “Colombia necesita detener el uso de su sistema judicial como arma contra el expresidente Álvaro Uribe. Es un camino muy peligroso para quien debería ser uno de los principales aliados de Estados Unidos en Latinoamérica”. Bolsonaro y Uribe son de derecha, por lo que Moreno usa como garante (ese principio que en retórica une la conclusión de un argumento con las razones o datos presentados para sustentarlo) el hecho de que Trump es conocido por solidarizarse con sus aliados ideológicos. Con otras palabras, Moreno es el que dice, aunque no expresamente, que Colombia debería poner a remojar sus barbas por lo que le está pasando a Brasil.




Colombia needs to stop its own weaponization of its justice system against former President Alvaro Uribe. It’s a very dangerous path for what should be one of America’s top allies in Latin America. https://t.co/8L1yRQcaiT
— Bernie Moreno (@berniemoreno) July 10, 2025
Pero las cosas no son así de simples, pese a que el presidente Trump ya ha dado suficientes muestras de ejercer una suerte de atropellamiento contra los demás, algo que ya muchos llaman la diplomacia del vasallaje. El presidente Lula da Silva dijo que responderá con reciprocidad si Trump consuma su amenaza a partir del primero de agosto (día en que también entrarán en vigencia aranceles del 30 % a la Unión Europea y México). “Si nos cobra el 50 %, le cobraremos el 50 %”, dijo, aunque, como también es hábil evitando el choque directo, agregó: “Tenemos varias opciones: Podemos acudir a la OMC [Organización Mundial del Comercio], iniciar investigaciones internacionales y exigir explicaciones [al gobierno de EE. UU.]. Pero lo principal es mostrar que a Brasil se le respeta”.
Garrote arancelario de Trump puede causar efectos adversos
En momentos en que sufre una significativa baja en su popularidad, a Lula da Silva la situación con Estados Unidos le llega paradójicamente también como un bálsamo. De consumarse la amenaza de Trump, activaría una explosión de nacionalismo en Brasil contra un enemigo que, además, no está usando el garrote de los aranceles como arma de presión económica, sino política. La exigencia al Ejecutivo brasileño para que invada la esfera de la rama Judicial en el caso de Bolsonaro resulta a todas luces inaceptable para quienes defienden la democracia y su esencial separación de poderes.
De ese lado ya se ubicó hábilmente Lula da Silva pues ha defendido la autonomía judicial en su país, incluso planteando un caso hipotético que despierta en la imaginación un escenario estremecedor: comparó los casos de Estados Unidos y Brasil (puntualmente los de Trump y Bolsonaro después de perder las elecciones) y dijo: “Si lo que Trump hizo en el Capitolio [lo que se ha calificado como intento de autogolpe de Estado el 6 de enero de 2021 con una asonada violenta a la sede del Congreso de Estados Unidos], lo hubiera hecho aquí, estaría siendo juzgado como Bolsonaro, y hasta podría ir a la cárcel”.
La pregunta que se abre es si, como plantea el senador Moreno, Colombia puede correr, por el juicio que se adelanta contra el expresidente Uribe, la misma suerte de Brasil por el proceso contra Bolsonaro. Si la única razón es la idea de que Trump se solidariza con sus aliados ideológicos por lo cual usa su garrote multiuso de los aranceles, quizá la respuesta sea sí. Trump golpea (o amenaza con golpear) con ese garrote no porque persiga solo objetivos económicos (como debería ser), sino políticos o ideológicos. Lo esgrime para imponer su idea sobre migración o fentanilo, para sacar de la región desde el punto de vista geopolítico a China, pero también porque están tocando a su amigo Bolsonaro.
Por su también amigo Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, el presidente Trump amenazó, asimismo, sin aplicar aranceles, a la corte suprema de ese país para que detuvieran el juicio contra el líder israelí. Impuso, además, sanciones a cuatro juezas de la Corte Penal Internacional (CPI), en respuesta a la emisión de una orden de arresto contra Netanyahu y por la investigación de ese tribunal sobre presuntos crímenes de guerra estadounidenses en Afganistán. Falta ver si el expresidente colombiano Álvaro Uribe está bien colgado en el llavero de Trump.
Puntos de Gustavo Petro para que Trump sancione a Colombia
Más allá de esa razón simplista (la de que Trump ataca para defender a sus amigos), Colombia viene dando razones más objetivas que pueden provocar duras medidas de Estados Unidos. Para empezar, si Lula da Silva se caracteriza por haber mantenido en bajito la relación con Trump (desde que el presidente estadounidense volvió al poder este es el primer encontrón que tiene con su homólogo brasileño), el caso del presidente Gustavo Petro es diferente pues se ha caracterizado por chocar con el mandatario de Estados Unidos, incluso desde cuando este era candidato a la presidencia.
De hecho, la primera vez que Trump esgrimió su garrote arancelario contra Colombia fue cuando Petro escribió un agresivo trino negándose a recibir aviones con colombianos deportados. Pero hay más, y basta con mencionar el reciente episodio en el que el presidente colombiano aseguró que Estados Unidos estaba fraguando un golpe de Estado en su contra, un hecho por el que ese país llamó a consultas a su embajador (e) en Bogotá, John McNamara. Colombia hizo lo mismo, y, aunque ambos diplomáticos regresaron después, McNamara dijo que traía “preocupaciones persistentes” de su gobierno “sobre la retórica y acciones de los más altos niveles del gobierno colombiano que ponen en riesgo la relación histórica, cercana y mutuamente beneficiosa entre nuestros dos países”.
El mismo McNamara, en abril pasado, le pidió al Gobierno del presidente Petro resultados en la reducción de cultivos de coca para renovar la certificación de lucha contra las drogas, que se prevé para septiembre. “Aunque podemos tener diferentes ideas sobre la mejor manera de lograr la lucha contra el narcotráfico, lo que buscamos es que Colombia, país amigo, muestre resultados en la reducción de los cultivos de hoja de coca”, dijo. La presión ha hecho que la Casa de Nariño busque mejorar sus indicadores en la lucha contra las drogas. Esta sería otra razón objetiva para que Estados Unidos tomara medidas contra Colombia.
Pero hay más razones, como el viaje que hizo el presidente Petro a China en mayo pasado para participar en la cuarta cumbre ministerial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Allí firmó un acuerdo inicial para que Colombia haga parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, lo que molestó al gobierno de Trump, y el enviado especial del Departamento de Estado para América Latina, Mauricio Claver-Carone, advirtió que este acercamiento podría traer consecuencias negativas para sectores estratégicos colombianos, especialmente en las exportaciones de café y rosas hacia Estados Unidos.
Y si a todo esto se suma la simpatía que el mandatario colombiano profesa por el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela —régimen descalificado por Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, pues ha dicho que Venezuela “está gobernada por una organización de narcotráfico”, que “se robaron las últimas elecciones” y que “jamás el presidente Trump va a aceptar que Irán tenga una base operativa en nuestro hemisferio, en Venezuela o en cualquier lugar”—, pues el juicio al expresidente Uribe no sería el único motivo por el que Colombia deba poner en remojo sus barbas para recibir un garrotazo arancelario de Trump.
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