Cuando Freddie Figgers era bebé, su madre biológica decidió abandonarlo en un bote de basura. Sobrevivió y fue acogido por Nathan Figgers y Betty May, una pareja de adultos mayores que, con todo e hijos propios, ayudaban a niños desamparados.

Pese a la generosidad de sus padres adoptivos y la nueva oportunidad que le dio la vida, Freddie se sentía constantemente abatido por el solo hecho de pensar que fue abandonado en la basura. Sus compañeros de escuela acentuaban tal sentimiento y lo menospreciaron por su pasado.

En una foto del 2020 compartida por Figgers en su Instagram puede verse al empresario acompañado por su madre, Betty, en un vehículo.

“Mis padres me dieron todo el amor que alguien pudiera querer jamás. Hicieron todo por mí. Nunca sentí la necesidad de buscar a mi familia biológica porque mi mamá y mi papá, mi Betty y mi Nathan, lo eran todo para mí, y yo los amaba”, le dijo el empresario e inventor a la BBC.

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Fue una computadora Macintosh en no muy buenas condiciones la que puso a soñar nuevamente al niño de nueve años que iba a recoger material reciclable con Nathan Figgers.

“Los fines de semana iba con mi padre a hacer lo que llamábamos ‘buceo de basura’, paseándonos por diferentes vecindarios en busca de cosas que la gente hubiera tirado, como dice el dicho: lo que para un hombre es basura, para otro es un tesoro“, relató al citado medio.

El niño, atraído desde el principio por los computadores, puso todo su ingenio y las herramientas de su papá (que trabajaba en mantenimiento) para reparar la máquina que no encendía porque uno de sus componentes estaba roto.

“Esa computadora borró todo el dolor del acoso escolar. Mientras me molestaban en la escuela, yo pensaba cuánto quería regresar a casa a jugar con mi computadora”, le dijo a la BBC.

De manera empírica, aprendió el oficio de la codificación a los 11 años y se convirtió en un experto en reparación de computadores.

Su destreza le dio a los 12 años su primer trabajo en Quincy, cuando la alcaldesa de esa ciudad vio las habilidades del niño y lo condujo al ayuntamiento. Le pagaban 12 dólares el día, pero Figgers admite que su motivación era lo bien que se sentía haciendo sus labores.

De ahí paso a monitorear los medidores de agua, trabajo por el que comenzó a devengar 600.000 dólares. Poco después, quiso empezar su propio negocio.

Un infortunado suceso relacionado con la salud de su padre, Nathan, (la aparición de un Alzheimer muy agresivo) le dio a Freddie un invento

“Recuerdo una noche que nos fuimos a dormir después de ver una película de vaqueros que a él le gustaba mucho, y a las dos de la mañana me despertó, rifle en mano, convencido de que era el héroe del filme, diciéndome que tenía que irme de la ciudad. Logré quitarle el rifle y acostarlo pero a la mañana siguiente no estaba”, rememora.

Recientemente, en su cuenta de Instagram, Freddie rindió un homenaje a Nathan, recordándolo como una de las personas que más ha amado.

El joven, que tenía entonces 17 años, instaló en las suelas de los zapatos de su padre un circuito con un micrófono, un parlante y una  tarjeta de largo alcance que le permitiera, desde su computadora, preguntarle dónde estaba para localizarlo.

“Así me contestara ‘no sé dónde estoy’, apenas decía algo yo podía saber si estaba de pie, sentado o tendido en el suelo”, dice Figgers a la BBC.

Tras la muerte de su padre, Freddie vendió por 2 millones de dólares la tecnología empleada en esos zapatos.

A los 21 años, Freddie, hoy dueño de la marca Figgers Communications, recibió una licencia por parte de la Comisión Federal de Comunicaciones para instalar cables de fibra óptica y construir torres telefónicas en las zonas rurales del norte de la Florida y el sur de Georgia.

Su empresa hoy está avaluada en decenas de millones de dólares y su testimonio inspira a personas de todo el mundo que quieren dejar huella en sus diferentes campos de acción.