Por: RFI

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Este artículo fue curado por pulzo   Dic 4, 2025 - 5:00 am
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El actual viaje del presidente francés Emmanuel Macron a China se produce en un contexto de enorme desequilibrio comercial a favor de Pekín. Durante mucho tiempo, China exportó principalmente productos básicos. Esos tiempos han quedado atrás. Ahora, Pekín envía a Europa coches eléctricos, paneles solares, baterías y componentes electrónicos. En otras palabras, todo lo que Europa necesita para llevar a cabo con éxito su transición energética.

Ante este auge, Francia debe revisar su estrategia: acoger en su territorio a empresas chinas, crear empleo y, sobre todo, recuperar conocimientos técnicos, lo que se conoce como transferencia de tecnología. Este movimiento ilustra un cambio de roles sin precedentes entre China y Occidente. Durante cuarenta años, las tecnologías llegaban de Europa a las fábricas chinas. Hoy en día, ocurre lo contrario.

Renault, Forvia, Orano: los grupos franceses aprenden en China

El ejemplo más espectacular es el del sector automovilístico. Renault abrió el año pasado en Shanghái un centro de desarrollo dedicado a la electricidad. Objetivo: aprender de los mejores ingenieros chinos. El resultado es más que concreto, ya que el nuevo Twingo eléctrico, producido en Europa pero desarrollado en China, se ha diseñado dos veces más rápido que los estándares europeos. La misma dinámica se aplica al fabricante de equipos automovilísticos Forvia, que trabaja con el gigante chino BYD, convertido en el primer fabricante mundial de coches eléctricos. O el grupo francés Orano, ahora asociado con la china XTC en la extracción y el tratamiento de metales críticos.

Estos ejemplos ilustran el cambio estratégico que se está produciendo. Ahora son los industriales franceses los que acuden a China en busca de métodos, tecnologías y un ritmo industrial, lo que algunos denominan ahora la “velocidad china”.

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Una estrategia de doble filo

Por supuesto, Francia quiere preservar su soberanía industrial. Pero Pekín también ve en ello su interés. Al compartir ciertas tecnologías, China mantiene su acceso al mercado europeo, en un contexto de crecientes tensiones comerciales. Estas colaboraciones también permiten a Pekín asegurar alianzas científicas, ya que Francia y Europa siguen siendo líderes en publicaciones de investigación, lo que sigue siendo una ventaja estratégica para China. Por último, Pekín busca diversificar sus alianzas frente a Estados Unidos y demostrar que puede ser un socio, no solo un competidor.

Pero Francia no está sola en la carrera. La competencia ya no se libra únicamente entre Europa y China, sino también dentro de la propia Unión Europea. Hungría, España y otros países también buscan atraer inversiones chinas. Y en esta carrera, todos quieren obtener su parte del conocimiento tecnológico procedente de Pekín. Queda una cuestión central, decisiva para los próximos años: ¿conseguirá Francia obtener suficientes transferencias de tecnología para evitar la dependencia de las cadenas de suministro chinas? Ese es el reto industrial —y geopolítico— de los próximos años.

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