Buddy, a inicios de abril, empezó a tener problemas para respirar y desarrolló mucosidad espesa. Su amo, Robert Mahoney, quien tenía coronavirus, pensó que podía haber contagiado a su mascota, publica National Geographic.

Mahoney relató a ese medio que fue muy difícil encontrar en ese momento quien atendiera al can, pues las veterinarias estaban cerradas por la pandemia.

Una semana después, un veterinario permitió que Julianna, la hija de Mahoney, fuera hasta su consultorio al corroborar que su test de COVID-19 había salido negativo. El médico era escéptico de que Buddy pudiera tener coronavirus, indica el canal en su página web.

Aunque le estaban dando antibióticos el pastor alemán, siguió empeorando y perdiendo peso, por lo que la familia Mahoney decidió llevarlo a otra clínica veterinaria. Sin embargo, recibieron el mismo diagnóstico, que no tenía COVID-19.

Por la grave condición de salud, le hicieron un ultrasonido y rayos X, que arrojaron que Buddy tenía un agrandamiento del bazo y el hígado. Además se le detectó un soplo en el corazón, por lo que siguieron dándole antibióticos más medicamentos para el corazón y posteriormente esteroides, detalla National Geographic.

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Un mes después de que el perro comenzó a tener problemas para respirar, en la tercera clínica veterinaria a la que lo llevaron, le practicaron la prueba de COVID-19.

El Hospital de Animales de Bay Street realizó la prueba y el 2 de junio el Departamento de Salud de de Nueva York llamó a Mahoney para decirle que Buddy había tenido el virus, pero que ya no estaba dentro de su cuerpo, agrega el mismo medio.

Sin embargo, la salud del can no mejoraba e incluso empezó a orinar sangre y cada vez le era más difícil caminar“No teníamos ningún conocimiento o experiencia con la base científica de COVID en perros”, reconoció al canal Robert Cohen, veterinario de Bay Street.

Allison, la madre de la familia, encontró a Buddy el 11 de junio vomitando sangre. “Parecía que le salían las entrañas. Salía de su nariz y boca. Sabíamos que no había nada que se pudiera hacer por él desde allí”.

Los Mahoney decidieron sacrificar ese día al amoroso y juguetón pastor alemán, el cual seguramente tenía un linfoma, según los veterinarios que lo trataron.

Creo que ellos también están aprendiendo. Es todo prueba y error. Y trataron de ayudarnos de la mejor manera posible”, finalizó Allison en National Geographic.