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Donald Trump activó nuevamente su retórica más severa sobre crimen y migración al anunciar la reapertura de la prisión de Alcatraz, esta vez como una cárcel de máxima seguridad exclusiva para jefes del ‘Tren de Aragua’, miembros de la MS-13 y narcotraficantes extranjeros.
“El sistema actual es un desastre. Los matones y criminales foráneos no merecen compartir espacio con ciudadanos honestos en nuestras cárceles”, declaró Trump.
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El mandatario aseguró que su proyecto, bautizado como “Alcatraz 2.0”, busca enviar un mensaje claro y contundente sobre su política de tolerancia cero.
La propuesta provocó reacciones inmediatas dentro y fuera del país. Devora Golden, directora del bufete Golden Law en Washington D. C., calificó el plan como una “maniobra controversial que no necesariamente representa la voluntad popular” y advirtió sobre las dificultades legales y estructurales para reactivar una prisión que ha sido un símbolo histórico y turístico durante décadas.
Desde Argentina, Carolina Duque, investigadora del Centro de Estudios Latinoamericanos de Inseguridad y Violencia, recordó que “el Tren de Aragua nació en una cárcel. Las prisiones en América Latina se han convertido en incubadoras del crimen organizado”.
Por su parte, Andrew Selee, experto en migración y políticas de seguridad, opinó que el anuncio busca “intimidar a los migrantes para que se autodeporten”, aunque planteó dudas sobre si todos los deportados son verdaderamente criminales.
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William Acosta, expolicía neoyorquino y consultor de seguridad, lanzó una advertencia inquietante: “Encerrar a líderes criminales sin un plan sólido puede convertir a las cárceles en centros de expansión. Estados Unidos no puede permitirse que el ‘Tren de Aragua’ se fortalezca desde adentro”. Trump no explicó cómo diferenciará legalmente entre criminales nacionales y extranjeros, pero insistió en que Alcatraz, lejos de ser solo una reliquia del pasado, será el emblema de su nueva ofensiva contra el crimen internacional.
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