Tras un velorio privado, al que ni siquiera pudieron acceder familiares cercanos como su madre, una discreta caravana acompañó el féretro de Villavicencio de la funeraria Memorial al cementerio Monteolivo, en el norte de Quito, para despedir al periodista que quería aspirar a la presidencia de Ecuador en una jornada en la que el negro de luto se juntó con el blanco anhelante de paz.
“Mi papi se puso toda la corrupción de un país encima, pero yo veo que no está solo, que tiene a muchas personas aquí hermosas acompañándole”, aseguró a los medios, a la entrada del Memorial, una de sus hijas, Tamia Villavicencio, quien quiso honrar a su padre con una canción mientras se aferraba a un retrato de él.
Villavicencio fue asesinado en la tarde del pasado miércoles, tiroteado al salir de un mitin en el recinto de un colegio del norte de Quito, un crimen por el que hay seis detenidos -todos ellos colombianos- pero donde se desconoce quién está detrás de la orden de asesinarlo.
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Había denunciado amenazas de muerte hace algunos días, después de dedicar su vida a denunciar la corrupción y constituirse como un acérrimo enemigo del expresidente Rafael Correa, a partir de sus investigaciones periodísticas y denuncias.
“Siempre me decía que la única protección es que no tenía miedo, si tiene que pasar algo pasará”, alegó su hija, que recuerda que en la última conversación que tuvieron, su padre le reconoció entre lágrimas que había llegado más lejos de lo que nunca había pensado.
La jornada de adiós se vio enturbiada por disputas familiares, ya que algunos familiares cercanos –su madre, hermanos, tíos y sobrinos- denunciaron tanto en la funeraria como en el cementerio que la esposa del fallecido, Verónica Sarauz, con la que no convivía desde hace seis años, no les dejaba acceder a despedirse.
El féretro salió del camposanto rumbo al Centro de Exposiciones, donde desde por la mañana estaba todo listo para que sus seguidores le dieran el último adiós. Con oraciones, el puño en alto, dejando flores y con lágrimas, las personas en fila han ido pasando por el féretro.
Una veintena de simpatizantes, sobre todo mujeres vestidas con camisetas blancas o del partido, estuvieron desde por la mañana en la puerta de la funeraria, que se llenó de ramos de flores. Nerviosas y a gritos de “déjenos entrar” y “Fernando, presente, eterno presidente”, trataron de tirar la verja abajo, por lo que la Policía tuvo que intervenir lanzando gas pimienta a todos los que se encontraban en la puerta.
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Los gritos anticorreístas y las críticas al expresidente fueron un constante entre los agrupados para la despedida, que recuerdan a Villavicencio precisamente por sus críticas y denuncias durante el Gobierno de Correa, que ha negado con mucha rotundidad a través de sus redes sociales tener cualquier relación con el crimen.
Así registró el entierro la agencia EFE:
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