El país, donde la epidemia ha recobrado fuerza desde principios de verano, registró además 21.932 nuevas infecciones, según el balance diario publicado por el centro de crisis del gobierno ruso. 

En total, el gobierno contabiliza 168.049 muertos por COVID-19 desde el inicio de la pandemia.

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Esta cifra es parcial ya que solo toma en cuenta a los fallecidos a los que se les ha practicado una autopsia que ha determinado que el coronavirus es la causa principal de su deceso. 

La agencia rusa de estadísticas Rosstat calculó que los muertos por COVID-19 superaban los 300.000 a finales de junio. 

La ola de la pandemia provocada en Rusia por la variante Delta del virus ha provocado 21.000 muertes en junio en el país, según Rosstat, pero no por ello los rusos se están vacunando más. La población sigue mostrando una gran desconfianza ante las vacunas rusas, comenzando por Sputnik V. 

En este momento, solo un 30 % de la población ha recibido al menos una inyección del fármaco. Ninguna de las vacunas homologadas en los países occidentales ha recibido aprobación en Rusia. 

Pese a la complicada situación, las restricciones se han levantado, sobre todo en Moscú, epicentro de la pandemia, por razones económicas. Una especie de pasaporte sanitario entró en vigor en julio y era indispensable para ir a restaurantes de la capital, pero fue rápidamente eliminado. 

La mascarilla de protección es teóricamente obligatoria en lugares cerrados, como los transportes, pero muchas personas no la utilizan.