Desde hace dos semanas el fuego consume el Amazonas y han sido las alertas de algunos ambientalistas las que han puesto el grave escenario en el foco de los medios, lo que ha hecho que se compare con la amplia cobertura que se dio al incendio de la catedral de Notre Dame, en París, en abril pasado.

La situación no es menor, pues entre enero y el 19 de agosto se han registrado 72.843 focos de incendios forestales en Brasil, un 83 % más que en el mismo período del año pasado, según el Programa de Quemas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).

Los incendios en la Amazonia se deben a las quemas provocadas para deforestar un terreno, con el objetivo de convertirlo en área de pastoreo, o para limpiar áreas ya deforestadas, generalmente en la temporada seca, que debe acabar dentro de dos meses.

Pero la causa del actual descontrol, según analistas, es el fuerte aumento de la deforestación: 2.254,8 km2 en julio, casi el cuádruple del mismo mes de 2018, según el INPE.

Además, las llamas ya han afectado 68 reservas protegidas poniendo en riesgo miles de especies animales y vegetales; por eso, decenas de personas en Twitter se preguntan por qué en tres días se lograron recaudar alrededor de 800 millones de euros para la reconstrucción de la catedral, con donaciones de poderosos empresarios, políticos, artistas y gobiernos, mientras que no se ha visto una voluntad similar por la selva amazónica.

Estas son algunas de las reacciones, entre las que destacan que este no es un problema de Brasil, sino de la biodiversidad del mundo; entre tanto, otros consideran que no es posible comparar los dos hechos: