Su espera, no obstante, se antoja larga puesto que el Gobierno del presidente Donald Trump cambió recientemente la normativa de manera que ya sólo se puede solicitar asilo en los puertos de entrada como el de San Ysidro, en San Diego.

A pesar de que, en un principio, esta medida estará vigente apenas 90 días, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP, siglas en inglés) calcula que esto obligará a los miembros de la caravana a tener que esperar unos cuatro meses antes de que puedan iniciar los trámites de acceso al país.

Por este motivo, mientras que en Tijuana aumenta la tensión ante la ingente llegada de migrantes que se ven obligados a acampar a las afueras de la ciudad, lo que ha provocado quejas de los vecinos, en San Diego reina la tranquilidad.

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“No hay violencia, ni protestas. No hay diferencia. Sólo se ha gastado mucho dinero para tener aquí soldados, sin armas”, señaló a Efe el neoyorquino Ricardo Callen al referirse al despliegue de miles de militares en la frontera con México.

Callen, un veterano de las Fuerzas Armadas de EE.UU. casado con una mujer mexicana, nos asegura que la gente en San Diego “está tranquila” y que ni él, que cruza a diario la frontera, ni sus allegados, ven ninguna diferencia en la zona.

Un claro ejemplo de esta calma es el Parque de la Amistad, que sirve de habitual punto de encuentro para los inmigrantes recién llegados al país que se reúnen allí con sus seres queridos que les aguardan al otro lado de la frontera.

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Los integrantes de la caravana migrante esperan reunirse en esta ciudad este domingo para tomar una decisión sobre su futuro. / EFE/Joebeth Terriquez

El parque amaneció cerrado este sábado, según pudo constatar Efe, después de que las autoridades estadounidenses decidieran clausurarlo durante el fin de semana, después de que hace unos días algunos migrantes intentaran entrar al país a nado por la Playa Imperial, situada en el extremo occidental de esta zona verde.

Además, este viernes, un representante de la CBP casi fue alcanzado por una piedra procedente del otro lado de la frontera mientras inspeccionaba las labores de refuerzo de la valla.

“La gente está enojada porque hay migrantes muy agresivos. Además, nosotros les ofrecimos dinero, comida, techo, agua y ellos lo despreciaron, eso es malo. Nosotros mexicanos que venimos a EE.UU. no podemos hacer eso, porque nos están abriendo las puertas”, dijo a Efe una joven mexicana que trabaja en el lado estadounidense de la frontera, llamada Ruby.

Esa presunta agresividad mostrada por algunos miembros de las diversas caravanas que desde hace semanas recorren México en dirección norte ha sido el principal argumento esgrimido por el presidente Trump, quien ha calificado estos movimiento migratorios de “invasión”, para ordenar el despliegue de tropas en la frontera sur.

Según los últimos datos facilitados por el Pentágono, en estos momentos unos 5.900 soldados regulares se encuentran repartidos entre los estados de California, Arizona y Texas asistiendo a los agentes fronterizos, principalmente en labores logísticas y con la colocación de alambres de espino.

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Un grupo de personas ingresan a los Estados Unidos por el cruce fronterizo de San Ysidro. / EFE/ David Maung

Este sábado Efe pudo constatar que, en efecto, el puerto de entrada de San Ysidro, situado en la zona sur de San Diego, ha sido reforzado en las últimas semanas con concertinas y con la remodelación de la valla fronteriza ya existente.

Sin embargo, en este puesto aduanero, uno de los más transitados del planeta, más allá de los helicópteros que sobrevuelan constantemente la zona, la presencia militar no se deja notar.

“Es un montaje del presidente, no se necesitan los soldados aquí, es sólo una muestra de fuerza. No van a disparar a mujeres y niños, o a quienes quieren cruzar sin armas. Es ridículo”, concluyó Callen.