Edith Gutiérrez de La Hoz se llevó hasta la tumba su fanatismo por Diomedes Díaz. La mujer, que falleció el pasado 4 de diciembre a raíz de un cáncer, estuvo presente en el homenaje que seguidores de ‘El Cacique’ le tributaron la mañana de este jueves en el marco del noveno aniversario del fallecimiento del artista de vallenato.

Edith era considerada por el mismo Diomedes como su fanática número 00 -decía que estaba por delante de la número uno- y hasta el día de su muerte profesó una gran admiración que comenzó hace más de 50 años.

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En la vivienda del barrio Primero de Mayo de la capital del Cesar sus hijas aún conservan las colecciones de LP, los recortes de periódicos, casetes y todo lo relacionado sobre Diomedes que acumuló Edith durante medio siglo.

Era tal la devoción por el cantautor de La Junta que el día que este se entregó en la Cárcel Judicial, Edith no solo se llevó toda su colección de afiches y elepés en muestra de apoyo, sino que se disfrazó de presa, se puso el número de presidio de Diomedes y estaba dispuesta a vivir entre barrotes por él. Incluso, llegó a visitarlo a la cárcel de Cómbita, en Boyacá, hasta donde viajó tres veces.

“La recibía en la cárcel los domingos, cuando Diomedes tenía espacio. Diomedes era muy feliz con ella”, recuerda la hija menor de Edith.

A Edith se le apagó la vida hace 18 días luego de luchar por diez meses contra un cáncer que la atacó de forma agresiva e inmisericorde.  Quizás, la alegría de hablar de Diomedes era lo único que la mantenía con esperanzas.

“Pedía que la lleváramos a la tumba de Diomedes Díaz, estaba con dolor, pero la reanimaba llegar a la tumba de Diomedes Díaz. En pleno tratamiento de quimioterapia y radioterapia, decía que para el cumpleaños de Diomedes la lleváramos al cementerio.  Se le olvidaba la enfermedad”, cuenta su hija Leidy Polo Gutiérrez.

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Este jueves, Polo Gutiérrez y su prima Milena González llevaron un pendón con la fotografía de Edith junto a su ídolo como muestra que la fanaticada de Diomedes es especial y fiel.

“Su última alegría fue cuando vio a Elver Díaz llegar a su vivienda, salió corriendo, lo abrazó, se le olvidó el dolor y durmió tranquila. Así era cada vez que hablaba de Diomedes. Diomedes era su alegría”, puntualizó.

POR JOSÉ ALEJANDRO MARTÍNEZ / EL PILÓN