A 8 años de su muerte, el polémico cantante de vallenato es retratado en ‘Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia’, un documental que hoy estrena Netflix. Allí se narra la vida del artista y su relación con la muerte de Doris Niño.

“Como Diomedes no hay dos, si se hace no nace, si nace no se cría, y si se cría se vuelve gay”, decía Evelio Daza, porque del hombre que marcó un hito en la música vallenata colombiana, todos conocen o tararean, al menos, una canción.

¿Quién no se ha tomado unas cuantas cervezas en una tienda de barrio en la que suena al fondo un verso que en algún momento dice“Con mucho gusto” y luego del cantico propio prosigue: “Para todos mis seguidores”?

El hombre nacido en La Junta, municipio de La Guajira, abrió sus ojos un 26 de mayo del año 1957, con el nombre de Diomedes Díaz Maestre, el mismo con el que se convirtió en el “ídolo, el misterio y la tragedia” de todo un país. 

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Así, precisamente, nombraron Jorge Durán y Jaime Barbosa su documental, que a partir de hoy llega a la plataforma Netflix. Una producción colombiana filmada entre Bogotá, Valledupar y Tunja, y que recorre la vida del artista, su infancia, sus primeros pasos en la música, su éxito, los excesos y por supuesto su relación con la muerte de quien se presume era su amante: Doris Adriana Niño García.

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El documental es una versión más del cuento que ya todos sabemos, pero como dijo Durán, se trata “de una investigación y recopilación de material de archivo de cerca de tres años para contar la historia que ya nos sabemos de memoria, tratando de ser lo más objetivos posibles y sin desconocer las dos caras de Diomedes: el hombre y el artista”.

Diomedes Díaz: detalles que revea documental de Netflix

¿Cuánto cuesta la dentadura de Diomedes?, le pregunta una periodista, en una de las escenas, mientras le hacen un procedimiento estético. Está es una de las preguntas que realmente llevan a pensar en el nivel de locura en el que se convirtió el cantante. Algunos dicen que Diomedes Díaz era un Dios para el pueblo. “Quiero que mi voz brille”, fueron las palabras del cacique, sobre el diamante que se mandó incrustar en uno de sus dientes. Tal vez el heredero del legado de los decimeros de apellido Maestre no comprendía que su voz era lo de menos, lo realmente valioso era él en sí mismo.

Un hombre que podía componer e interpretar canciones que le llegaban al alma a millones de personas y, al mismo tiempo, capaz de fugarse y esconderse de la justicia durante tres años en fincas de Valledupar, haciendo parrandas a diario, metiendo perico y cocaína, procreando uno más de los 50 hijos que dicen que tuvo y bajo el resguardo y la protección de los paramilitares a la cabeza de Jorge 40.

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Sin importar qué tan escandalosa o polémica fuera la noticia que sobre él saliera en los noticieros nacionales, nadie dejó de escucharlo, nadie dejó de cantarlo, y mucho menos de gozarlo.

Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia recopila material de archivo de diferentes entrevistas del músico, desde sus inicios hasta su muerte. Cuenta con las voces de Rafael Santos, su hijo; de Luz Consuelo Martínez, su última pareja sentimental y madre de tres herederos; muestra entrevistas de managers, acordeoneros, historiadores, amigos cercanos y figuras públicas como el presentador Jorge Barón y el ex presidente Ernesto Samper, quienes cuentan desde su experiencia, su vida y obra.

Diomedes Díaz: cómo fue el asesinato de Doris Adriana Niño

“Esta es la historia que quiero contarle a mis seguidores y dejarles como ejemplo mis experiencias vividas. Ay lo bonito que es la vida cuando hay deseos de vivirla. Y apartar el rencor pa’ curar las heridas y apartar el rencor pa’ curar las heridas…”

Así dice el primer párrafo de una de las canciones más emblemáticas del Cacique de La Junta, Experiencias vividas, que grabó cuando estaba a la espera del fallo que le daría 12 años de prisión por el asesinato de Doris Adriana Niño, su amiga, su fan, y su amante. Su muerte, la investigación que siguió y el proceso judicial para inculpar al cantante es, en gran mayoría, el tema central del documental.

A Doris la mataron un 15 de Mayo de 1997. La corte determinó tiempo después que el deceso se debió a muerte por asfixia mecánica. Es decir: a Doris le taparon la boca y la nariz tan duro que su diente se incrusto en su mandíbula y le quitaron el aire para vivir. Sin embargo eso solo se supo años después.

Diomedes y Doris Adriana Niño, la mujer que fue asesinada el 15 de mayo de 1997.

Cuando encontraron su cuerpo tirado en una vía de Combita, Boyacá, pensaron que era Sandra, una puta de la región que se había pasado de coca y la enteraron en una fosa común. Amigas de “Sandra” reclamaron su cadáver y le dieron cristiana sepultura en el Cementerio Central de Bogotá. Veintiséis días después de su muerte confirmaron que Sandra en realidad era Doris. 27 días después de que fuera vista por última vez con vida por su hermano y su familia, en medio de cámaras y el hedor de un cuerpo en descomposición, se reencontraron con ella.

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Esta también es la historia de la familia de Niño, de su dolor y la lucha que por varios años libraron en los estrados para lograr que se hiciera justicia con el artista intocable, para desvirtuar las historias pagadas con plata o con favores, y que finalmente lograron que se condenara al cantante.

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Diomedes fue el ídolo, pero también el verdugo. Gozaba de un carisma que lo envolvía todo. Era amado y odiado, fue juzgado y defendido, tenía la particular manera de hacer que todo girara a su alrededor. Sin tener que solicitarlo, la gente se movía sola. Evelio Daza lo acompañó como abogado defensor hasta que ya nada se pudo hacer. El cantante finalmente se entregó y estuvo aparentemente encerrado por 32 meses, en los que iba y venía a sus anchas de la Cárcel Judicial de Valledupar. Cuando finalizo su condena todo el país estaba listo para volverlo ver actuar en tarima.

Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia es, en sí, la vida del máximo exponente del vallenato a nivel mundial. La exposición a las drogas, al billete ‘mal habido´, la justificación del consumismo y de la sociedad a una vida de excesos y descontrol.

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“Prometo que no lo vuelvo a hacer”, decía Diomedes cada vez que lo volvía a hacer. Por eso, muchos dicen que no murió. Lo que se fue, fue su cuerpo, pero quedaron sus canciones, su vivencia, su partícula manera de ser, su legado, y el diamante en su diente que seguramente se rifaron cuando lo exhumaron.

La muerte de un ídolo

 

“¿Usted piensa en la muerte?”, le pregunta en otra escena el periodista Ernesto McCausland

Todos los días, diario”, responde Diomedes.

¿Qué piensa?

Que no quiero morirme, le saco el cuerpo cada ratico… Si yo supiera que la muerte, por ejemplo, que uno serviría más muerto que vivom yo me muriera hoy, pero yo no sé hermano, no sé”.

Pero finalmente murió. Con antimotines para dispersar a los fanáticos, metieron el cajón, debajo de la tierra de Valledupar, como aquel día dijo: “y con esos calores que hacen ahora… ¡Hijueputa! Un entierro bonito, la gente, con los pelao’, los gamines vendiendo chicles, los otros vendiendo gaseosa, pastelito y vaina, la viuda con pastillas pa’ que no llore porque ya tiene plata”.

¿La viuda y cuantas más?”, le dice Ernesto. “Pongámosle una docena“, responde Diomedes con una sonrisa.

Por Andrea Martínez Rodríguez

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