A pesar del paso de los días, la jornada electoral del domingo 29 de mayo, cuando se realizó la primera vuelta para elegir a quien asumirá el ejecutivo del Estado a partir del próximo 7 de Agosto, es motivo de debate y reflexión en los medios y entre la ciudadanía.

Y con mucha razón: hubo más de una sorpresa, y quedaron en evidencia varios problemas específicos de nuestro sistema político y – principalmente- sobre la crisis de los partidos como expresión de la ciudadanía. 

Los resultados son por todos conocidos: pasaron a segunda vuelta, el economista costeño, Gustavo Petro Urrego, senador de la República hace varios períodos y exalcalde de Bogotá, con cerca del 41 por ciento de los votos;  y el ingeniero santandereano, Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga, con cerca del 28 por ciento.

(Vea también: “Votar en blanco significa votar por Petro”: estratega de Rodolfo Hernández se va con toda)

Participación electoral

La participación electoral fue cercana al 54 por ciento, de un potencial electoral aproximado a las 39 millones de personas. Hay segunda vuelta, el próximo domingo, 19 de junio, y ganará quien saque el cincuenta por ciento más uno de los votos válidos, cerca de 9,8 millones de votos; es decir, cerca de la cuarta parte del censo electoral.

Así es el sistema. Ese es el espíritu de la segunda vuelta, establecida en la Constitución de 1991. En mi opinión, el país debe estudiar el voto obligatorio.

En las próximas tres semanas tendremos tema de conversación los adictos a los cafés, como yo, para especular sobre quién se ganará “la rifa del tigre” y tendrá que asumir la responsabilidad de tratar de gobernar este país en los próximos cuatro años, en medio de una crisis económica, social y humanitaria mundial, con aumentos de la inflación, problemas con el suministro de alimentos, malestar social, entre muchos otros asuntos. Es “la rifa del tigre”, insisto.

(Vea también: Rodolfo Hernández le mandó sablazo a Petro sobre corrupción: “Los mismos con las mismas”)

Muchas inquietude para tener en cuenta

Quiero dejar varias inquietudes entre mis lectores sobre ese proceso electoral que vivimos cada cuatro años para elegir al jefe del Estado y de gobierno, en el sistema constitucional colombiano.

En primer lugar, me pregunto: ¿valió la pena, la plata y los esfuerzos que se invirtieron en unas consultas internas de unas coaliciones que eran más de apariencia que de cercanía ideológica o programática?.¿Dónde quedaron quienes integraron la Coalición del Centro Esperanza?, unos para donde Petro y otros para donde Hernández, entonces, pregunto, para ellos ¿los dos candidatos que quedaron en en contienda son iguales? No tiene mucha coherencia que desde el mismo movimiento puedan salir para cada uno por su lado. ¿Cuál era el sentido de la coalición? Y apenas pasada la primera vuelta se disolvió.

En el caso de Equipo Colombia, el candidato Federico Gutiérrez, ingeniero antioqueño, y su fórmula a la vicepresidencia decidieron, esa misma tarde, anunciar su respaldo a Hernández, en quien encuentran, por lo visto, más afinidad ideológica, e invitaron a sus electores a votar por el ingeniero. En esta decisión hubo más coherencia.

En el caso de la consulta del Pacto Histórico, los resultados demostraron que era absolutamente innecesaria. Sería bueno, insisto, que el Congreso de la República, luego de todo este proceso, analice y evalúe si se justifica que la Organización Electoral se gasta esos miles de millones de pesos, en unos procesos con los resultados comentados. ¿Será que valen la pena esas consultas, en la actualidad? ¿No serían suficientes unas encuestas internas bien serias y realizadas con la metodología del caso?

¿Voto obligatorio?

Otro aspecto para el debate: no será hora de establecer en Colombia el voto obligatorio. El voto es un derecho, sí, pero también es un deber (Artículo 258 de la CP). Sostengo que una abstención del 46 por ciento es bien alta, son más de 18 millones de personas las que deciden no participar. ¿Por qué?. ¿Qué sucede en otros países?.

 

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El tema para otra consulta es la grave crisis interna de todas las organizaciones políticas en Colombia, que, en el caso de las presidenciales, distinto a las del Congreso, no muestran ninguna sintonía con las preocupaciones de la gran mayoría de la ciudadanía. Este será tema para otro comentario.

POR CARLOS A. MAESTRE MAYA/ESPECIAL PARA EL PILÓN

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