En las festividades de fin de año, los cielos de Colombia estallan por la pirotecnia que usan miles de habitantes para celebrar la Navidad y la llegada de Año Nuevo. Aunque son acciones que aún son muy cuestionadas entre los ciudadanos porque muchos no están de acuerdo con la pólvora, sigue muy vigente en casi todas las ciudades del país.

A pesar de que durante muchos años se ha intentado prohibir el uso de estos juegos pirotécnicos y la venta ilegal, las autoridades no han podido controlarlo y El vaquero es la empresa que lucha porque se deje estigmatizar el uso de la pólvora, pues en Colombia sí está regulado su uso.

Los locales de esta empresa están en varias vías del país y para estas fechas de fin de año, en las que muchas familias y organizaciones usan la pólvora para sus actividades, El vaquero se vuelve uno de los centros de distribución legales más visitados por los expertos, aunque la venta informal en otros establecimientos también tienen su auge y sus consecuencias en las cifras de quemados que en este diciembre empezaron alarmantemente y disminuyeron en la Nochebuena.

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En este estigmatizado sector hay una empresa que ha sobrevivido a las duras sanciones que les han puesto a lo largo de los años. Kienyke contó que fue fundad por Juan Restrepo hace unos 69 años y empezó la comercialización de sus productos por todo el país.

Años después, en 1969, un joven de 16 años llamado Carlos Carvajal, su ahora dueño y representante legal, vivía en Manizales, pero cuando iba para Málaga, a trabajar en una cacharrería, se percató que había un local lleno de gente comprando pólvora así que decidió meterse en el negocio.

Con el éxito que tuvo en sus primeras ventas decidió viajar a Bogotá para contactarse directamente con los dueños de El vaquero y así fue como conoció a Juan Restrepo, quien tenía su local en Britalia, al suroccidente de la capital, relató Semana.

Carvajal quería que su negocio creciera y encontró en un hombre llamado Bernardo Moreno un apoyo económico para volverse en uno de los distribuidores más fuertes de la región, pero con el pasar de los años y las prohibiciones, Moreno se salió del negocio y Carvajal, ya con un plante, decidió hacerle una propuesta a Restrepo, el dueño de El vaquero.

Fue en 1987, con 20 años de relación, que Carlos Carvajal decidió hacerle una propuesta formal a la familia Restrepo. Les ofreció 100 millones de pesos por comprar su compañía, una cifra que aceptaron, pero que al nuevo dueño de El vaquero le costó pagar. Primero compró el 50 % y luego, con ayuda de un crédito que pagó por 10 años, pudo comprar el otro 50 % de la compañía.

La nueva sede fue en Bosa y allí crecieron como distribuidores hasta que en 1997 una constructoras les compró su terreno, razón por la que tuvieron que trasladarse de allí. Con el inicio de las prohibiciones, la nueva sede fue en Soacha, afuera de Bogotá, pero cerca de los bogotanos que compraban su mercancía como locos para las festividades navideñas.

Dice Semana que era un lote 93.000 metros cuadrados y que, a pesar de las prohibiciones que hubo en la alcaldía de Antanas Mockus, Gloria, la esposa de Carlos Alberto, sus hijos Carlos Andrés, Carolina y Juan Alberto se metieron en la empresa para darle un empujón que hoy la hace ser la polvorería con más ventas en el año, que cuenta con su fábrica propia y unas 47 tiendas permanentes en el país, que llegan a 60 en la temporada de diciembre.

De hecho, su éxito los ha llevado a exportar sus productos a Ecuador, Perú, Panamá y Brasil, aunque sus importaciones son en su mayoría de China. Quien está ahora como gerente comercial de El vaquero es Carolina Carvajal, hija del empresario, quien contó en Vice los duros momentos que vivió: “Crecimos viendo a mis papás llorar con cada cargamento perdido y un día dijimos: no más, tiene que haber otra alternativa”, pues ellos ya estaban grandes para el inicio del siglo XXI.

Fue así como se expandieron sus planes y empezaron a dejar de ser meros distribuidores para tener sus propios puntos de venta en Cajicá, Fusagasugá, Melgar, Sogamoso,  Valle del Cauca, Antioquia, Santander, Nariño, Atlántico y otros lugares de la costa, donde hace poco estalló un local con su nombre.

El vaquero sigue siendo una empresa familiar y Carlos Alberto, hoy con 70 años, se convirtió en el presidente de la Federación Nacional de Pirotécnicos (Fenalpi), organización que planta cara cada vez que hay prohibiciones contra al pólvora en Colombia.

Problemas de la pólvora en Colombia

Que la pólvora no está prohibida es una realidad, pero su comercialización ilegal es lo que la ha vuelto un problema, en especial para las fechas de fin de año en la que el desorden social termina convirtiéndola en uno de los hechos sobre los que se enfoca la atención cada 25 de diciembre y 1 de enero.

La ley 670 de 2001 dio las pautas para la producción y venta, mientras que el Decreto 4481 de 2006 reglamentó lo relacionado al almacenamiento y la distribución. Con las reglas claras, no debería haber problemas, pero la realidad habla lo contrario.

Durante el mes de diciembre de este 2021, la Policía Nacional ha informado el decomiso de varios kilos pólvora que se va a distribuir ilegalmente y que no es ni siquiera transportado con buenas condiciones de seguridad.

Además, otro de los problemas que muchos ciudadanos han denunciado en los últimos años es las consecuencias que estas detonaciones tienen en los animales, pues millones de personas ven cómo se alteran sus mascotas en estas festividades.