Las voces airadas de quienes piden regulación estatal para poner en cintura modelos de negocios como el de Rappi provienen de terceras personas que tienen “nociones desinformadas de la justicia”, indicó el columnista.

Pero tampoco nadie debería culpar a Rappi, dice Jaramillo, de promover un aparente esquema inequitativo que no contribuye a la formalización del empleo porque “no les paga prestaciones laborales a las personas que conecta”.

“Resulta, para sorpresa de esas personas, que la mayoría de los colombianos no tienen ni salud ni prestaciones laborales (según la OCDE, el 64 % de las personas en Colombia trabajan en la informalidad)”, argumentó Jaramillo.

Enseguida formuló la siguiente pregunta:

“No sé cómo le explicarían a mi prima que hay que tener más “compasión” (paternalismo) por las personas informales con gorras de Rappi que por las personas informales que venden arepas en la calle”.

De hecho, el columnista cree que la aplicación “lo único que ha hecho es darles una oportunidad mejor a los tenderos que cualquier otra que tenían antes” y defiende la actividad de Rappi sobre la base de que celebra negocios entre “adultos que deciden tener un intercambio voluntario de dinero”.

Si dos adultos voluntariamente tienen una transacción, ¿por qué un tercero puede pedir que se prohíba, o que se lleve a cabo en otras condiciones? ¿Por qué será que una persona cree, basada en impulsos morales, que sabe mejor qué es preferible para los rappitenderos que ellos mismos?”, preguntó Jaramillo a sus lectores.

Rappitenderos

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Desde hace algunas semanas los rappitenderos han protagonizado algunos incidentes como huelgas o manifestaciones públicas para exigir a la compañía que no introduzca cambios arbitrarios en la forma como se asignan las entregas, en los tiempos de pago y hasta en el valor de las comisiones.