De acuerdo a datos del Dane, para agosto se registró por segundo mes consecutivo la cifra más alta en lo que va del siglo, al ubicarse en 10,84 %.

En el caso de Pereira, el costo de vida se ubicó en 51 puntos básicos por encima de la variación nacional con una inflación del 11,33 %.

Teniendo en cuenta esta cifra con respecto al incremento del salario mínimo legal mensual vigente para el 2022, que el Gobierno Nacional fijó en 10,07 %, es evidente que dicho aumentó continua en saldo negativo, es decir en -0,77 %, lo que significa que el poder adquisitivo de los colombianos sigue cayendo.

Productos como el huevo, la carne de res, pollo, algunas verduras y frutas, continúan hoy al alza en el país, poniendo al ciudadano de a pie entre la espada y la pared. Hoy miles de colombianos se ven obligados a renunciar a diversos alimentos de su canasta familiar y subsistir apenas con lo básico, ya es imposible comprar la misma cantidad que se adquiría hace un año atrás.

Los afectados con el costo de vida de hoy no son solo los trabajadores que devengan un salario mínimo de 1.033.000 pesos, pues para quienes se ganan la vida en la informalidad, hoy luchan contra una dura realidad, si tienen para desayunar, no les alcanza para almorzar.

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Historias

Es el caso de Esther Julia García Galvis, una adulta mayor de estrato 1, habitante del barrio El Remanso de la comuna Villasantana de Pereira.

Ella, de manera sagrada desde las 4:00 a.m. cada día, sale a la esquina de su casa a vender arepas, logrando solo recolectar 10.000 pesos diarios, dinero que le debe rendir para comprar maíz para las arepas del día siguiente, llevar alimento a su casa para ella, su pareja y su hija, quien está sin empleo, y garantizar el transporte hasta el hospital de su esposo, enfermo de la próstata.

“Más o menos en el mes se gasta 300.000 pesos en comida y eso no rinde sino para 15 días. Merco lo esencial, aseguramos la papa, la panela, el arroz, el aceite, el jabón rey, chocolate y mantequilla. La carne no la probamos, ya no hay forma. Compramos algo de huevos que siempre se usan cuando hay para el almuerzo”, manifestó a este medio Esther.

La adulta mayor aseveró que un desayuno es un café y, cuando alcanza, una arepa. Para el almuerzo consumen una sopa de fideos con tortilla y en algunos casos no consumen la última comida del día. “Es el pan diario para mi y para mis vecinos algunos de ellos con hijos pequeños”, agregó García.

Pero si en los estratos 1 y 2 llueve, para el estrato 3 no escampa, Enayibi Zapata Valencia, una madre cabeza de hogar con dos hijos menores de edad, habitante del barrio El Progreso en Dosquebradas, y trabajadora independiente, se ve obligada a hacer “maromas”, para que los 900.000 pesos que ingresan a su hogar cada mes le alcancen para el arriendo, la comida, el pago de servicios públicos, y la recreación de sus pequeños.

“Debo pagar arriendo por 550.000 pesos. La energía me ha tocado financiarla varias veces, el agua no baja de precio, pago 78.000 pesos; el gas, entre otros, en promedio gasto para mi y mis hijos 400.000 pesos en mercado que se van entre granos, verduras e implementos de aseo que es lo más costoso. Las loncheras son gastos adicionales que hay que ver como suplir. He dejado de comprar carne, atún, algunos implementos como la loción, incluso he tenido que reducir los refrigerios de mis hijos. La plata no alcanza, incluso la recreación ya se volvió un lujo, ya no se puede”, manifestó la microempresaria.

La mujer tiene un salón de belleza y realiza masajes. Por los costos de los productos para su negocio ha tenido que subir los precios, perdiendo más de la mitad de su clientela.