“Felicidades Brasil, te queremos”, dijo el presidente del COI, Thomas Bach (centro), al declarar concluidos unos Juegos que “fueron una celebración de la diversidad de los valores olímpicos”.

La ceremonia apeló a la pasión del brasileño por la música y a dos de los tópicos de Río: El carnaval y la samba, una combinación de éxito garantizado y que, no por conocida de sobra en todo el mundo, deja de provocar admiración.

El desfile de la comparsa Cordao da Bola Preta, la más popular del carnaval de Río, levantó al Maracaná, con capacidad para 70.000 personas, y lo puso a bailar en un fiesta impresionante.

Por el campo de Maracaná desfilaron también las 207 delegaciones olímpicas encabezadas por deportistas y voluntarios en una procesión informal que poco tuvo que ver con los paseos tradicionales.

Río le cedió el testigo a Tokio, que en su presentación utilizó a uno de los personajes más emblemáticos de Japón, Mario Bros, el fontanero más famoso del mundo, para “traer” en un viaje virtual al primer ministro japonés y presentar sus Juegos 2020.

La poderosa voz de Mariene de Castro dio paso a la última parte de la fiesta, que arrancó con una balada como preludio del carnaval que se desató en el Maracaná con “Cidade Maravilhosa”, canción que es un himno oficioso y alegre de Río.

El colofón de la fiesta fue un frenesí de batería y percusión, cientos de bailarines disfrazados y una carroza con dos papagayos y doce reinas del carnaval, que arrastraron tras de sí a los atletas, mientras los fuegos artificiales estallaban en el cielo con estruendo para despedir los Juegos con el más puro estilo de la fiesta brasileña.


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