“Lo increíble es que en la Argentina haya dirigentes que se sigan indignando por el superclásico que ‘nos quitaron’, como dicen algunos”, expresa Fernando González en el diario argentino Clarín, donde cataloga a los barrabravas como “un nuevo producto de exportación”.

Diego González

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El columnista sostiene que la violencia en el fútbol no es responsabilidad única de los que tiran las piedras y ahonda en el papel del Estado como parte del circuito:

“Se consolida en una cadena perversa que incluye a los dirigentes de los clubes, a los policías corruptos, a los sindicalistas mafiosos y a muchos, demasiados integrantes de la política nacional”.

Por su parte, el escritor Alfredo Relaño recibe el River-Boca de este domingo como un regalo para España y lamenta la situación “humillante” que vivieron “los 66.000 hinchas de River que llenaban el Monumental sin meterse con nadie y se perdieron el partido” de vuelta de la final de la Copa, aquel triste 24 de noviembre.

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El director de As recuerda que en ese país también se sembró la semilla de los hinchas violentos, pero se erradicó a tiempo, espera que “este suceso suponga una catarsis definitiva en el tema de las barras bravas de Argentina” y hace una breve radiografía de la crisis:

“Durante años se les ha consentido mucho. Los clubes les utilizaron para intimidar a prensa o jugadores, los políticos les han metido a matonear en las campañas, se les ha dado un protagonismo bárbaro […] y acceso a prebendas continuas. Se ha incubado un huevo de serpiente”.