El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
Nadie sospecharía que un garaje de una modesta casa en el barrio Álamos, que no supera los 10 metros de largo por cinco de ancho, sería el brezo en donde nació el primer vehículo eléctrico de fabricación 100 % colombiana.
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En aquella “cueva”, equipada con una pequeña grúa hidráulica, una mesa con materiales fácilmente adquiribles en cualquier ferretería y un clásico bombillo atornillado al techo, los hermanos Roldán consiguieron fabricar un vehículo eléctrico plenamente funcional. La proeza, sin embargo, no se detuvo en las añoranzas de cochera. El Eolo, como lo bautizaron sus creadores, consiguió esta semana eludir la fiera pista de la burocracia y obtuvo la placa que lo habilita para rodar por las calles bogotanas como cualquier otro vehículo.
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El arribo a esta meta fue el resultado de una carrera de casi 15 años, que comenzó en la universidad. A mediados de 2009, Javier Roldán estaba a unos pocos requisitos académicos de culminar su carrera como ingeniero mecánico.
Al igual que ocurre en casi todas las carreras, la Universidad Distrital le exigía la producción de una tesis en la que fuera capaz de aplicar todo lo aprendido. Por fortuna su conocimiento alcanzaba para la producción de una amalgama de proyectos ambiciosos que, más allá del requisito, podrían convertirse en la materialización de una idea perdurable en el tiempo.
La limitante, en este caso, era el resabiado tiempo. Todo gran proyecto requiere plazos y recursos fuera del alcance de un universitario ansioso por obtener su título.
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