“No se sale indemne de una enfermedad que te ha hecho mucho daño, encerrado durante tres semanas y, además, con el peso de la discriminación”, dice Corentin Hennebert, de 27 años, que fue uno de los “primeros casos” de la viruela del mono en Francia. Desde que se recuperó, otros enfermos le han hablado también del “precio psicológico” de la dolencia.

“Hay una angustia psicológica que está vinculada a varias cosas”, explica Nathan Peiffer-Smadja, especialista en infecciones del hospital parisino de Bichat, que coordina un estudio clínico en pacientes contagiados.

(Le interesa: Viruela del mono se disparó en Colombia; contagios ascienden a 582 casos)

Por un lado, el “dolor” y las posibles “secuelas, sobre todo estéticas”; y, por otro lado, el hecho de padecer “una enfermedad de la que la gente nunca ha oído hablar” que ocurre dos años después de la epidemia COVID-19, y que requiere un aislamiento de tres semanas.

Un pequeño número de los enfermos desarrolla lesiones internas, sobre todo coloproctológicas (que afectan colon, recto y ano), y que a veces requieren una hospitalización, explica.

Lee También

Fue el caso de Hennebert: “Tenía la impresión que me clavaban hojas de afeitar todo el rato. No encuentro otra comparación, de tan fuerte que era”, recuerda.

Antes de ser tratado con tramadol, un potente analgésico con opiodes, había “perdido 7 kg en tres días”, ya que dejó de comer. “Solo pensaba en el dolor”, relata.

Sébastien Tuller, un francés de 32 años, no tuvo estos dolores, pero sí se preocupó mucho por el aspecto de las lesiones. “Era realmente feo y no sabía qué hacer. Me angustiaba mucho ver aparecer [pústulas] en mi cara”.

El trauma del VIH

“Cuando una enfermedad es visible, da miedo porque puede potencialmente estigmatizar”, considera Michel Ohayon, director del 190, un centro de salud sexual en París, que lo compara con “el sarcoma de Kaposi” que era “el síntoma del sida”. Es un paralelismo que suelen hacer las personas afectadas.

Aunque las dos enfermedades “no tienen nada que ver” en términos de gravedad, la viruela del mono “reaviva los traumas del VIH”, según Nicolas Derche, director nacional del servicio de salud del grupo francés SOS, que reúne 650 estructuras sociales y médico-sociales.

“En las personas seropositivas, esto reactiva cosas muy violentas”, ya sea “el miedo a un diagnóstico” o “revivir una estigmatización fuerte”, agrega Vincent Leclercq, activista de la oenegé Aides de lucha contra el sida.

Como pasó con el VIH, la viruela del mono circula actualmente dentro de la comunidad HSH (hombres que tienen relaciones sexuales con hombres), lo que ha provocado un aumento de las discriminaciones.

“Hay mucha homofobia común y tiene un impacto real en la salud mental”, explica Sébastien Tuller, militante LGTB y jurista.

“Muchos no dicen que tienen la ‘monkeypox’ o que la han tenido por miedo a ser estigmatizados”, señala.

“Sobre todo los jóvenes, que todavía no han hecho el ‘coming-out'” en su familia, o personas que tienen miedo que trascienda en el trabajo su orientación sexual debido a las tres semanas de aislamiento requeridas.