“Yo no uso bozal” es el llamativo título de uno de estos mensajes, basado en una creencia que se difundió en varios países de habla hispana a partir de la última semana de abril y que circula durante los últimos días compartida en perfiles de Twitter y Facebook, así como en conversaciones de WhatsApp.

El uso prolongado del tapabocas produce hipoxia, porque obliga a inhalar el dióxido de carbono (CO2) previamente exhalado y ello provoca “falta de oxígeno en sangre, mareos, malestar y mucho cansancio”. Esa es la tesis de alguno de los mensajes, que a veces suman a esos síntomas también la “pérdida de reflejos y del pensamiento consciente”, así como “descomposición de la glucosa”.

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Datos: Los cubrebocas pueden generar sensación de ahogo, pero no hay evidencia alguna de que su uso produzca “hipoxia, acidificación del organismo o intoxicación por inhalación del propio CO2”. Así lo confirma, en declaraciones a EFE, el doctor Jaime Barrio, del Consejo Científico del Colegio Oficial de Médicos de Madrid (Icomem).

Los tapabocas “no están cerradas al paso de aire”, ya que el material de la que están hechas permite que “entre el oxígeno y se elimine el dióxido de carbono”, precisa este experto.

En cuanto al uso de este objeto de bioseguridad a la hora de hacer ejercicio, el experto aseguró que al estar toda la boca y nariz cubiertas, sí existe “una limitación de la entrada habitual de aire, por lo que en el momento de realizar deporte puede llegar a ser incómodo y reducir el rendimiento durante el ejercicio físico”.

En el mismo sentido, la doctora Raquel Blasco, especialista en Medicina Interna y vicepresidenta segunda del Colegio de Médicos de Valladolid, explica en su cuenta de Twitter que al ejercitarse es normal “tener una mayor frecuencia cardíaca” y, por ello, recomienda “no ser excesivamente exigente en la fase de adecuación”.

Blasco deja clara la importancia de estar convenientemente adaptado al esfuerzo y a la mascarilla, ya que, en ese caso, el tapabocas “no ha demostrado disminuir la frecuencia ventilatoria durante la realización de esfuerzo”.

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En cualquier caso, insiste en que su utilización “aumenta la sensación de ahogo, pero no provoca hipoxia”. Y, en respaldo de esta afirmación, cita las conclusiones de un estudio realizado en 2017 por expertos franceses y belgas sobre los efectos del uso de mascarilla en una caminata de seis minutos: se respira con más dificultad, pero no disminuye la distancia recorrida.