La semana pasada, las autoridades ambientales y los medios de comunicación informaron sobre la mordedura de una serpiente en una playa de Santa Marta: se trató, según los médicos, de una “mapaná rabo seco” venenosa. Aunque es un evento poco común en esta zona, en Colombia hay un alto riesgo de que ocurran estos accidentes, particularmente en zonas rurales. En 2020, dos investigadores de la Cruz Roja Colombiana y uno de la Universidad de Costa Rica revelaron en un estudio, publicado en la Revista de Salud Pública, que entre 2008 y 2016 el promedio semanal de mordeduras de serpientes fue de 38 a 120. Una cifra muy parecida a los reportes semanales del Instituto Nacional de Salud (INS).

En el caso de la mujer que fue mordida en Santa Marta, se conoce que está fuera de peligro, y las autoridades dispusieron de sueros antiofídicos -un tratamiento que hace frente al envenenamiento- en las playas para atender cualquier emergencia. Sin embargo, no todos los encuentros terminan así. Al inicio de esta semana, un campesino falleció por la mordedura de la misma especie de serpiente en una zona rural de La Unión (Sucre), y como respuesta la comunidad asesinó al animal, informó El Heraldo. Según el INS, de los más de 5 mil accidentes que en promedio se registran al año, solo el 1 % son mortales y entre el 6 y 10 % dejan secuelas.

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Cuando ocurren encuentros desafortunados con serpientes, explica Daniel Vásquez Restrepo, biólogo y experto en taxonomía de reptiles neotropicales, es muy común que las maten por miedo o por desinformación. “De hecho, esa es una de las principales amenazas de estos animales en Colombia. Esto ocurre porque las personas solo con verlas se asustan y creen que todas son peligrosas, también por el contexto cultural y religioso”. El Libro Rojo de Reptiles de Colombia señala que las poblaciones de varias especies de ofidios, como también se conocen las serpientes, están disminuyendo por esta razón, incluso sin ser especies que tengan reportes de mordeduras, como sucede con la víbora de Campbell (Bothrocophias campbelli).

En cualquier caso, según el INS, Colombia cuenta con suero antiofídico para atender cualquier mordedura de serpiente, desde víboras hasta corales. “La producción necesaria que deberíamos tener este año de antídotos ya está hecha y aprobada por el Invima, por eso, en el país no sería posible un desabastecimiento. Desafortunadamente, las personas que mueren es porque no acuden a los centros médicos o porque están en lugares de difícil acceso o en fronteras”, explica Édgar Arias, director de Producción del Instituto Nacional de Salud.

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En Colombia, solo el 18 % de las especies que habitan en el territorio representan peligro para los humanos. En caso de encontrarse una serpiente, el INS cuenta con una guía para poder reconocer qué serpientes son venenosas y lo que debe hacer en caso de que ataquen, por ejemplo, es preferible tomarle una foto para llevarla al hospital que intentar capturar al animal.

No todas las serpientes son venenosas

La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que las mordeduras de serpientes son un problema de salud pública en lugares tropicales y subtropicales del planeta, y que podrían afectar a 5,4 millones de personas en todo el mundo. En América Latina, por ejemplo, los países que presentan más mordeduras de serpientes son Brasil, México, Venezuela y Colombia. Sin embargo, varios estudios, como uno publicado en la revista científica Plos Neglected Tropical Diseases en 2017, coinciden en que la información sobre esta problemática es escasa y que las cifras en estos países podrían ser más altas porque llevan años recolectando información.

“Es importante aclarar que no son las serpientes las que representan un problema de salud pública, son los envenenamientos por sus mordeduras. De hecho, estas hacen parte de las enfermedades tropicales desatendidas, es decir, un grupo de enfermedades que afectan principalmente a la población campesina y de escasos recursos, que además no cuentan con sistemas de salud óptimos, las coberturas son bajas y están alejados de los hospitales”, explica Carlos Bravo, investigador del grupo de Biología y Matemática Computacional Biomac, de la Universidad de los Andes.

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En Colombia, la ciencia ha registrado más de 300 especies, lo que corresponde al 8 % de la diversidad mundial de este grupo y lo que convierte al país en el décimo más biodiverso en ofidios. Alrededor de cinco de ellas son las que causan la mayoría de los accidentes, a pesar de que hay más de 50 de importancia médica. Además, no todas las serpientes inoculan veneno en sus mordeduras, y en los casos en que sí, el nivel de envenenamiento varía entre leve, moderado y grave.

“Se trata de animales sorprendentes y bastante diversos. Su veneno no es para asesinar a seres humanos, lo utilizan para inmovilizar a sus presas y ayuda en el proceso de digestión. De hecho, les cuesta mucho producirlo, a veces pueden durar hasta una semana en tener la misma cantidad”, explica José Rancés Caicedo, investigador y curador de la colección de reptiles del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi).

No obstante, como sus mordeduras sí son un problema de salud pública, Vásquez cree que las personas deberían conocer más sobre estos animales, tanto para diferenciar algunos grupos que pueden ser peligrosos, como para cuidarlas y no matarlas. Las serpientes, por ejemplo, tienen una relevancia ecológica importante, porque controlan plagas y equilibran los ecosistemas; gracias a ellas, se elaboran sueros y medicamentos para aliviar dolores en los seres humanos. “Las que están en nuestro serpentario salvan vidas porque gracias a ellas hacemos los antídotos. Cuando atacan, lo hacen porque se sienten amenazadas, pero, usualmente, las serpientes venenosas tienden a huir y no son peligrosas”, señala Arias, del INS.

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Así como pensar que todas las serpientes son peligrosas, tampoco es del todo cierto que en la temporada de lluvias aumenten los accidentes con seres humanos. Existen tres eventos que explican por qué se hizo esa asociación, dice Bravo. Primero, las inundaciones disminuyen el área que compartimos con las serpientes; segundo, los ciclos reproductivos de las especies venenosas son cercanos a las épocas de lluvias; y tercero, los periodos de las actividades económicas humanas. Sin embargo, Bravo junto con otros dos investigadores de la Universidad de los Andes, publicaron un estudio, en la revista Plos Neglected Tropical Diseases, en el que encontraron que el incremento de las mordeduras y las precipitaciones solo coincidían en algunas regiones.

“Si tomamos todos los datos nacionales, el resultado que arroja es que existe una incidencia entre lluvias y accidentes ofídicos. Sin embargo, nosotros aprovechamos la diversidad de climas que tenemos en el país y miramos cada región en específico. Lo que hace el incremento en los pico de lluvia es que estén precedidos por veranos marcados. Por ejemplo, en la costa Caribe y en los Llanos sí hay una asociación porque existen estos fenómenos climáticos, mientras que en el Pacífico y en el Amazonas no, pues llueve constantemente”, asegura Bravo.

Algunos datos sobre las serpientes

Tanto las personas como los medios de comunicación solemos pensar que todos los animales que se arrastran son lo mismo: una culebra. Por eso vale la pena aclarar dudas sobre sus nombres, pues una culebra (Colubridae) no es lo mismo que una víbora (Viperidae) o una boa (Boidae), son familias totalmente distintas y representan tecnicismos científicos. “Si quisiéramos ser estrictos y muy técnicos deberíamos llamarlas como son, pero eso es complicarlo todo. A veces, lo que podemos hacer es recurrir a mentiras prácticas, como llamarlas culebras, con el fin de que las personas entiendan. Pero lo más correcto y sencillo sería decirles serpientes, pues es el término que engloba a todo el grupo”, dice el biólogo Vásquez Restrepo.

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Las serpientes, entonces, son animales que se distribuyen por los cinco continentes y en casi todas las altitudes y ecosistemas, excepto en las nieves perpetuas o regiones con temperaturas muy bajas. Al tratarse de un reptil alargado, ápodo (carente de extremidades) y con un esqueleto flexible son rápidas y buenas nadadoras. Sin embargo, contrario a lo que muchas personas piensan, eso no las hace acuáticas.

“Hay especies de río que la mayor parte de su vida están en el agua, a ellas las conocemos como semiacuáticas, y otras que son marinas que tienen adaptaciones especiales para vivir en el agua salada y casi siempre están mar adentro”, explica Vásquez. Algo que las caracteriza a todas es que son carnívoras, algunas matan por constricción, es decir, asfixian, mientras que otras inoculan veneno en sus presas.

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Según el Libro Rojo de Reptiles de Colombia, 10 especies de serpientes presentan algún grado de amenaza de extinción en el país por la destrucción de sus hábitats. Además, están en riesgo por las especies introducidas, como los gatos, su exterminación por miedo, el tráfico ilegal y el atropellamiento. La especie más grande del mundo habita el territorio colombiano y se trata del güío negro o anaconda (Eunectes murinus); sus hembras pueden superar los 8 metros de largo y poco más de 100 kilogramos.

Aunque desde la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y las expediciones realizadas por Alexander von Humboldt se investigan científicamente a las serpientes, todavía existen muchos mitos alrededor de ellas. Incluso, Jorge Tadeo Lozano escribió en 1808 un documento que tituló Memoria sobre las serpientes y plan de observaciones para aclarar la historia natural de las que habitan en el Nuevo Reino de Granada para describir a estos asombrosos animales, explica el INS en el Programa Nacional para la Conservación de las Serpientes Presentes en Colombia. Definitivamente, coinciden los expertos, la única estrategia de conservación de cualquier grupo de fauna, en especial de grupos como estos que acarrean tantos miedos, depende de las políticas de divulgación y de la educación de las personas.