Mucho se habla acerca de cómo las temperaturas elevadas tienen un gran impacto ambiental. Sin embargo, poco o nada se dice del gran impacto que tienen las temperaturas elevadas en la calidad del sueño y por consiguiente en la salud mental, el bienestar y la vida cotidiana de las personas.

Como resultado de ello, un estudio publicado por la prestigiosa revista “One Earth” evidenció que las temperaturas ambientales están aumentando en todo el mundo y los mayores incrementos se están registrando durante la noche, lo que se traduce a que cuanto más calor hace, peor están durmiendo las personas.

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“Brindamos amplia evidencia de que el sueño humano es sensible a la temperatura ambiente nocturna, lo que representa una amenaza adicional relacionada con el cambio climático para la salud pública mundial y el bienestar humano”, advirtieron los autores.

Así las cosas, el cambio climático durante la noche está restando horas de sueño indispensables, en especial a ancianos, mujeres, aquellos que ya viven en climas cálidos y residentes de países de ingresos bajos. La pregunta es, entonces, ¿por qué dormir menos a causa del calor puede afectar tanto nuestra salud?

En primer lugar, es importante recordar que la falta de sueño se ha asociado con un rendimiento cognitivo reducido, productividad disminuida, función inmunológica comprometida, resultados cardiovasculares adversos, depresión, ira y comportamiento suicida.

Al mismo tiempo, el exceso de calor ambiental compromete la termorregulación de la temperatura central del cuerpo por medio de la periférica, que usa la circulación sanguínea hacia las extremidades como mecanismo de refresco, lo que a su vez tiene una amplia serie de consecuencias que van mucho más allá de la somnolencia al día siguiente.

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“Esta es la primera evidencia a escala planetaria de que las temperaturas por encima de la media erosionan el sueño de los humanos. Esta erosión se produce sobre todo porque el calor retrasa el momento en el que las personas se duermen y adelanta cuando se despiertan”, explica Kelton Minor, investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y principal autor del estudio.

Lupa a los resultados

Este estudio reveló como hallazgo global que el aumento de las temperaturas ambientales puede estar afectando el sueño humano a nivel mundial, y de hecho advierte que si las concentraciones de gases de efecto invernadero no se estabilizan hasta finales de siglo, cada persona podría estar sujeta a un promedio de 2 semanas de mal sueño atribuido a la temperatura de cada año.

“Nuestros resultados encontraron que los adultos se duermen más tarde, se levantan más temprano y duermen menos durante las noches calurosas”, explicaron los autores.

En ese sentido, si hablamos de la temperatura óptima para dormir, los autores dicen que esta ronda entre los 17º y 18º. A partir de ahí, la calidad y cantidad de sueño empieza a deteriorarse.

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En concreto según el estudio, en noches muy cálidas, mayores a 30 °C, el sueño disminuye en 14,08 minutos, en comparación con las noches con la menor pérdida de sueño atribuida a la temperatura.

El problema con el cambio climático y las olas de calor como la actual es que el cuerpo no puede enfriarse y cuanta más temperatura tenga el cerebro, peor será el sueño, pues para dormir bien, el cerebro tiene que rebajar su temperatura interna. Para ello, “el organismo calienta pies y manos, por las que el cuerpo elimina el exceso de calor.”, advierten los autores.

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Por otro lado, el estudio mostró que el efecto de la temperatura sobre la pérdida de sueño es sustancialmente mayor para los residentes de países de bajos ingresos, los adultos mayores, las mujeres y quienes ya viven en climas cálidos.

“El efecto de un aumento de 1°C en la temperatura mínima entre los ancianos es más del doble del efecto observado en otros grupos de edad. Además, el efecto es casi tres veces mayor entre las personas más pobres a nivel mundial que entre las personas de las naciones más ricas y es significativamente mayor en las mujeres que en los hombres”, ratificaron los autores.

Cómo se obtuvieron los resultados

Según explicaron los autores, para este estudio se vincularon miles de millones de mediciones de sueño repetidas de pulseras de seguimiento del sueño que comprenden a más de 7 millones de registros en 68 países, con datos meteorológicos locales diarios.

“Para investigar si la temperatura ambiente altera el sueño, emparejamos nuestras observaciones del sueño de la duración del sueño nocturno (tiempo total de sueño) y el tiempo (inicio, sueño medio y final del sueño) con datos meteorológicos y climáticos geolocalizados”, concluyeron los autores.

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