
En el siempre fértil y a menudo turbio terreno de la literatura testimonial colombiana, la saga de Sofía del Güercio Grosso, magistralmente hilada por el periodista Mario Villalobos en ‘Confesiones de una bruja’ (Testigo directo, 2023) y su secuela, ‘Legado de la bruja’ (testigo directo, 2025), emerge como una lectura inquietante y reveladora. Villalobos, con su pulso periodístico inconfundible y una audacia investigativa digna de encomio, nos sumerge en la vida de una mujer que desafía cualquier categorización simple, tejiendo un relato que transita entre lo místico, lo criminal, lo devastador y lo profundamente humano. Debo confesar que lo leí de un tirón porque Mario tuvo a bien visitarme en la librería ‘El Gato que lee y bebe’ en Villa de Leyva, un lugar en donde sus libros guardan siempre un lugar especial.
“Confesiones de una bruja”: El Retrato Crudo de la Oscuridad y el Poder
El primer volumen, ‘Confesiones de una bruja’, se erige como una inmersión visceral en el apogeo de la magia negra de Sofía del Güercio Grosso como figura central en un entramado de poder oscuro. Villalobos nos presenta a una mujer que, según sus propias admisiones y las descripciones del autor, operaba en las sombras, manipulando destinos y ejerciendo una influencia que trascendía los límites de lo convencional. Este libro es un estudio perturbador sobre la ambición, la codicia y el uso pervertido del conocimiento esotérico. Con recetas y oraciones textuales incluidas que, como lo supimos de boca de Mario, son completamente inútiles si no se tiene “el don”.
El lector es arrastrado a un torbellino de anécdotas que, de no ser por la meticulosa investigación de Villalobos, parecerían sacadas de una novela de ficción. Sofía del Güercio se revela como una figura camaleónica, capaz de alternar entre la hechicera temida y la confidente de poderosos, famosos y criminales. Los episodios narrados son escalofriantes: se describen encuentros con criminales de alto calibre, capos de la mafia cuyas decisiones se veían influenciadas por los augurios o ritos de Sofía, y figuras del jet set que buscaban en ella la solución a sus problemas más secretos. Aquí, la línea entre la brujería y la extorsión, entre la adivinación y la manipulación psicológica, se desdibuja constantemente. Villalobos no teme exponer la podredumbre moral que rodeaba a su protagonista, mostrando cómo la “magia” era a menudo una herramienta para el control y el enriquecimiento ilícito. El autor nos obliga a confrontar la incómoda verdad de que, en ciertos estamentos de la sociedad, las supersticiones y la búsqueda desesperada de atajos pueden abrir las puertas a figuras como Sofía del Güercio y a fuerzas oscuras e incontrolables como las que se le salieron, finalmente, de las manos.
El proceso investigativo de Villalobos en este primer libro es digno de un maestro. No se limita a transcribir las “confesiones”, sino que las contrasta, busca corroboración y las contextualiza dentro de un marco social y político. Su habilidad para ganarse la confianza de una figura tan elusiva como Sofía es un testimonio de su destreza periodística, logrando desentrañar una madeja de verdades y medias verdades que se entrelazan en la narrativa.




‘Legado de la bruja’: La Penitencia y la Búsqueda de la Luz
En ‘Legado de una bruja’, la narrativa da un giro radical. Después de la exposición y, presumiblemente, las consecuencias de su vida anterior, Sofía del Güercio Grosso emprende un viaje de redención que la lleva al exilio. Este segundo volumen se enfoca en su arrepentimiento, su purificación y su tránsito hacia lo que ella concibe como magia blanca. Es una obra mucho más introspectiva y, en cierto modo, más esperanzadora, aunque no exenta de las sombras de su pasado.
Aquí, Villalobos explora la faceta más vulnerable de Sofía. El lector es testigo de un proceso de introspección intenso, en el que la expiación se convierte en el motor de una transformación. El exilio, lejos de ser un castigo, se presenta como un crisol en el que Sofía busca despojarse de sus antiguos demonios. La narrativa detalla su incursión en prácticas de magia blanca, sanación y una aproximación más “ética”, si se quiere, al mundo esotérico. Si en el primer libro Sofía era una figura de poder oscuro, en este se presenta como una aprendiz en la búsqueda de la luz, una guía para aquellos que, como ella, han transitado por caminos equivocados. Los episodios con criminales y mafiosos dan paso a encuentros con individuos que buscan consuelo, orientación o sanación, ya no a través de la coerción, sino de la compasión.
El contraste entre ambos libros es abrumador y, a la vez, fascinante. “Confesiones” es el rugido de la bestia, la cruda realidad de la bruja que usaba su poder para dominar. “Legado” es el susurro de la arrepentida, la búsqueda de la redención a través de un camino que ella misma desvirtuó y aún sigue tratando de desvirtuar. Esta dualidad es el corazón de la obra de Villalobos, una exploración profunda de la capacidad humana para la maldad y, a la vez, para la transformación.
La genialidad de Villalobos radica precisamente en su capacidad para tejer esta dicotomía. Ambos libros, aunque distintos en tono y enfoque, son complementarios. “Confesiones” sienta las bases del personaje y su oscuro legado, mientras que “Legado” intenta desentrañar la posibilidad de la purificación. El autor no juzga explícitamente a su personaje; más bien, la presenta con todas sus contradicciones, dejando que el lector saque sus propias conclusiones. Este enfoque imparcial, marca registrada del buen periodismo, es lo que eleva estas obras más allá de la mera crónica esotérica.
El proceso investigativo y de escritura de Mario Villalobos, evidente en cada página, es un testimonio de dedicación. La paciencia requerida para obtener la confianza de Sofía del Güercio Grosso, para indagar en los rincones más oscuros de su vida y para contrastar sus relatos con la realidad, es encomiable. Villalobos no se limitó a escuchar; investigó, verificó y, lo más importante, construyó una narrativa coherente a partir de un material caótico y a menudo inverosímil. Su pluma es ágil y precisa, logrando que el lector se mantenga enganchado. La prosa de Villalobos es directa, sin adornos innecesarios, lo que potencia la crudeza de los relatos.
En definitiva, la saga de Sofía del Güercio Grosso, de la mano de Mario Villalobos, no es solo el relato de una bruja, sino una reflexión profunda sobre el poder, la moralidad, el arrepentimiento y la incansable búsqueda de la redención. Es un recordatorio de que, incluso en los personajes más oscuros, puede existir una chispa de luz, de lo incontrolables que pueden ser los fenómenos esotéricos – independientemente de su color-, de la dualidad humana con ese binomio bien-mal, y de que el periodismo, cuando se ejerce con rigor y audacia, puede iluminar las verdades más incómodas y fascinantes de la condición humana. Una lectura indispensable para aquellos que buscan ir más allá de la superficie y explorar las complejidades del alma humana.
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