Bob Hendrikx es el fundador de Loop, una ‘startup’ que fabrica el ataúd llamado Living Cocoon. Diseñado por Hendrikx, cada uno está hecho con micelio, la estera densamente tejida de fibras que forma la parte subterránea de los hongos.

Según el inventor, cada ataúd tarda solo una semana en crecer, sin necesidad de calor, electricidad o luz y tarda de dos a tres años en descomponerse junto con el cuerpo de la persona. El agua subterránea reactiva el micelio, mientras que el interior del ataúd se llena con un lecho blando de musgo, que contribuye al proceso de compostaje.

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Por el contrario, y según Hendrikx, los ataúdes convencionales tardan más de 10 años en descomponerse y formar parte del suelo. La madera barnizada, los elementos metálicos del ataúd, sin mencionar la ropa sintética, demoran el proceso.

“Cuando mueres, contaminas la Tierra”, dice. “Tu cuerpo contiene 219 químicos, y en la naturaleza hay un hongo que neutraliza las toxinas del cuerpo y del suelo. Entonces ¿por qué no inventar un ataúd viviente, hecho de hongos, que te permita dejar de contaminar la Tierra y enriquecer la vida después de la muerte?’”

En 2020 tuvo lugar el primer funeral con uno de los Living Cocoons. Desde entonces 150 personas han sido enterradas en uno de ellos y la empresa ya abrió su propia fábrica e inició ya una asociación con la empresa funeraria más grande de los Países Bajos.

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Los Living Cocoons, descritos como”el Tesla de los ataúdes”, tiene un precio aproximado de 1500 euros, más gastos de envío a los compradores en Europa (también están disponibles para compradores de EE. UU.).