Todo empezó cuando unos residentes de la isla demandaron a la propietaria del animal, identificada como Corinne Fesseau, de “perjuicio sonoro” porque el gallo cantaba muy temprano y no los dejaba dormir. 

La historia se viralizó e inició una campaña a favor del animal. De hecho, una petición para “salvarlo” consiguió más de 140.000 firmas.

Luego de varios meses, un tribunal autorizó este jueves al gallo Maurice a seguir cantando y ordenó a los demandantes a pagar 1.000 euros (unos 3 millones de pesos) a Fesseau por daños y perjuicios. 

Lee También

“No tengo palabras. Ganamos. Es una victoria para toda la gente en mi misma situación. Espero que cree jurisprudencia”, dijo satisfecha la dueña de este gallo que ha sido objeto de titulares en todo el mundo.

“Todo el mundo va a ser protegido: las campanas, las ranas, etc.”, agregó aludiendo a otras demandas similares contra los ruidos del mundo rural, que opone a menudo a los habitantes de siempre con los neorrurales.

La dueña del gallo argumentó ante el tribunal que nunca antes había recibido quejas por el cacareo de Maurice. “Los gallineros siempre han existido. Entre 40 vecinos, solo molesta a 2”. 

El caso de Maurice, aunque anecdótico, ilustra los temores de que desaparezca el mundo rural en Francia, debido al declive de la actividad agrícola y ganadera y al éxodo de los jóvenes hacia la ciudad.