Muchas personas tenemos grandes recuerdos de nuestro ex. Vivimos algo especial a su lado y nos encantaría poder tenerlo en nuestra agenda de contactos, sin que ocupe ningún lugar muy especial en nuestro teléfono, pero sin la necesidad de bloquearlo.

Lo cierto es que hay ex que se merecen todo nuestro respeto y que, lejos de importunarnos, suponen una ayuda para cuando se les necesite. Idealmente no es que tengamos que hablar con ellos con frecuencia, pero sí es deseable que las personas que fueron cercanas a nuestro corazón puedan quedar en buenos términos con nosotros.

Lo que pasa es que, con la llegada de nuevas personas a nuestra vida, puede que ese ex ya no se vea tan inofensivo, o tan invisible. Desde la perspectiva de una nueva pareja, un ex muchas veces es un fantasma que hay que superar, suele ser una figura de la que todavía se habla y que no tiene cara, una persona que antes ocupaba el espacio que ahora ocupa esa nueva pareja, y ese es el territorio para que los celos, las inseguridades y un montón de sentimientos sin nombre propio afloren (casi siempre con alguna dosis de competitividad no resuelta).

La mejor manera de referirse sobre un ex es con respeto, sin engrandecer sus buenos momentos y sin enfatizar tampoco sus cagadas. Lo que pasa es que, en cuanto a las relaciones, se deja que la pasión tome las riendas sobre el manejo emocional de la ruptura, y por eso algunas personas tienen esas historias dramáticas que terminan con platos rotos, gritos, llamadas colgadas, y exabruptos.

Lo ideal sería que las personas tuviéramos la madurez suficiente para concluir una relación de forma más desapasionada y madura, y que pudiéramos poner las cosas en su sitio.

A mí me gustaría dejar claro que hay algo que me horroriza y es que se ha normalizado la violencia en las relaciones de pareja. Se ha normalizado que las personas se griten, que las personas se tiren la ropa por la ventana o que haya reacciones violentas que incluyen golpes, rasguños o lanzamiento de móviles como respuesta a un conflicto. Considero que muchas personas al no recibir educación emocional para amar imitan lo que ven en sus casas o en las telenovelas, series o en lo que ven por redes y piensan que eso está bien y que está aceptado por la sociedad. Y esto es falso. No es normal que en una pareja haya gritos, no es normal que en una pareja haya acciones que recurran a la violencia, no es normal que haya marcas en la piel, ni mucho menos que todo el barrio sepa cuando discuten.

Si una persona ya ocupa el lugar de ex, ya no está a nuestro lado, ya cumplió su ciclo y ya no tiene que seguir ejerciendo una influencia sobre nosotros. Lo propio sería tener una relación cordial, ser amable si por casualidad tuviéramos que encontrarlo por la calle, y no tener que bloquearlo para estar más felices en nuestra vida.

Los bloqueos son necesarios cuando las relaciones se han ido de quicio, cuando el abuso, el irrespeto o la falta de honestidad han sido las protagonistas del viaje de los dos. Y por eso el bloqueo es útil. Pero es una medida de urgencia. Bloquear a un ex no tendría que ser lo habitual sino, por el contrario, tendría que ser una forma un tanto extraordinaria de tener a raya a alguien que es potencialmente peligroso para nuestra salud emocional.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.